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martes, 3 de octubre de 2017

Fragmento: El primer amor



Apoyada en una baranda, fría por la noche, reunió el valor para mirarle a la cara.


-¿Cuándo… cuándo fue? ¿Cuándo te enamoraste por primera vez?


Ángel la miró desconcertado, con la mejilla iluminada por reflejo del brillo que emitía el mar al estar centrado por el sol.


-La primera vez… La primera vez fue lejos de casa, como si el destino hubiera creado un lugar, lejos de aquí, en el el que todo era bueno y pudiese amar sin limitaciones.
La primera vez fue durante un viaje de fin de curso, y tú ni siquiera vivías aquí.
Acudimos a clase, pues teníamos que acudir a un curso de inglés por la mañana, y allí fue donde la ví. No me llamó la atención desde un principio; mis ojos aún no estaban preparados para los suyos. La primera vez fue extraño, como esos sentimientos que no reconoces hasta que pasan unos días...
Su voz era dulce, cómo si quisiera permanecer en mi memoria a base de hacerme sentir bien. La oía con los ojos cerrados, siendo incapaz de dibujar su silueta hasta que la ví moverse.
Gozaba de una libertad que las otras no tenían, una frescura que nunca había visto antes. Los láseres iluminaban de forma intermitente su cuerpo. Rojo, amarillo, naranja y mucho verde se proyectaba sobre sus curvas. Y ya entonces quise moverme junto a ella.


El azul procedía de sus ojos, los que ví al día siguiente, como prueba de un cielo azul que afuera estaba tapado de nubes que crearon los charcos que ella pisaba. Y ya entonces quise pisar, con todas mis fuerzas, el agua que ella salpicaba.
Algo sucedía dentro de mí. No sabía lo que era, porque nunca antes lo había sentido, y nadie te prepara para sentir eso.
La energía se me desbordaba por el cuerpo, mis nervios eran diodos intermitentes que compaginaban un extraño optimismo, con un miedo tan fuerte que parecía estar al borde de un abismo sin fondo, en el que sólo ella me podía salvar.
Supe que era la primera vez, porque nunca había querido proteger a alguien, una desconocida, de tal manera.
Nunca había querido hacer feliz a alguien, de la forma en la que ansiaba ver una sonrisa en esa boca que estaba tan cerca, pero, a la vez, tan lejos.


Era la primera vez, y eso me dio la inocencia, la valentía para acercarme al ser deseado.
Era la primera vez, y de ahí el dolor al conocer que el deseo no era mutuo, y que sus labios sólo tocarían los míos en los sueños más hermosos y dolorosos que un chaval podría tener.


Sí, esa fue la primera vez que me enamoré, y, a pesar del no, era incapaz de no pensar en ella en mis noches de insomnio.
Pensar en ella con un amor limpio, puro e inocente; pues aunque ella no estuviese a mi lado, en mi mente la dibujaba abrazada a mi cuerpo, sintiendo mi respiración y mi sangre calentar un cuerpo que era feliz junto a ella, sólo con imaginarla a mi lado.


Supe que era amor, pues pasado el tiempo su dibujo junto a mí no era bálsamo ante la angustia y la frustración de un chico en las horas en las que todos duermen.


Seffain se sentió en el bordillo, pasándo su cabeza bajo la baranda, con la mirada perdida en un mar que había sido alimentado con los recuerdos del chico al que amaba.
Se derrumbó, y entre sollozos sus palabras formularon la pregunta que se había hecho hace años.
-¿Sentiste eso conmigo?


Ángel, que se había aguantado las lágrimas ante ella todo este tiempo, cerró con fuerza sus ojos, y el dolor le hizo agachar la cabeza hasta que ésta sintió el frío metal de la baranda.


-Contigo fue diferente. Contigo fue real.
Mis deseos se concedieron contigo, y ya no era un chico que necesitaba del recuerdo y la ilusión para sentirme bien; sino que tú fuiste quien me hizo feliz esas noches, y todos los días que estuviste a mi lado.


No pudo aguantar más, sus lágrimas limpiaron de polvo la barandilla, dejando entre ver un acero brillante y el dolor de un amor roto.

Seffain quiso abrazarlo, consolarlo. Quiso amarlo con más fuerza que nunca, pero sólo atisbó a alargar su brazo  para cariciar el cabello de un chico desquebrajado.

Tras esto, no pudo evitar huir de ese lugar, dejando a Ángel sólo, con la única compañía del mar y sus recuerdos grabados en lo más hondo de su corazón.

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