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miércoles, 8 de marzo de 2017

EL AMOR AJENO


Época estival y el viento es tu aliado para soportar los gritos de un sol más longevo que nunca.
La sombra de tu cuerpo se alarga conforme avanzan las horas de un día interminable. Sonidos de patines, terrazas y aspersores. Sonido de un verano que sabe a helado y postres de gelatina. Huele a horchata fría, canela y esas colonias fuertes con las que se embadurnan las viejas cuando salen a la calle.
Es tiempo de paseos. Paseos por la mañana y paseos por la tarde noche. Es tiempo de retomar falsos propósitos sin compromiso. De experimentar nuevas rutas. Es tiempo de familia.

Familia que pasea, hablando del resto de la familia, y por qué no, de otras familias. Una familia que pasea en fila india por la hilera de sombra que dejan los edificios de cuatro plantas, tan poco glamurosos, que el centro de esa urbe ofrecía.
Familia que tiene como meta adentrarse en el parque, para poder hallar así las sombras de los secos pinos y los secos ancianos. Las figuras encorvadas que se pasean: las viejas mirando la grava; las jóvenes, la pantalla.

Esa familia había aprovechado el descanso que ofrecía un banco de madera. De esos que se pintan de blanco y al cabo de los veranos se empiezan a desconchar, mostrando así su verdadero color madera.
Las pantallas de sus móviles se reflejaron en sus pupilas y sudorosas mejillas. Había algo de aséptico en su teclear. Sólo uno de ellos mantenía sus brazos abiertos y la mirada al cielo para captar la mayor cantidad de aire posible.
Se comunicaban con sus parejas.

Sabes de lo que voy a hablar, cuando te ves en la misma situación en  la que me veo yo desde hace un tiempo y de manera intermitente a lo largo de mi vida. Te ves en la posición de ser el único de tu familia que no está emparejado. Que está soltero, que está ¿libre?...
Extraño el regusto cuando todos estos fingen la aparente inexistencia de su "compi". Intentan mostrar la poca importancia del otro, de su bajo escalafón ante LA FAMILIA.
Fingen que la otra persona no existe o apenas tiene importancia
Ya sabéis que no tengo un gran amor hacia el concepto de familia, pero no puedo escapar a la frialdad que supone estar de más en momentos como ese.
En esos momentos en los que no eres nada para nadie, sólo te queda aceptar que tu madre, padre, hermana... tienen pareja; y ´que compartes un lugar con otra persona que no conoces.

Me encanta que estén comprometidos, pero la idea de ver reducida su compañía en favor de alguien nuevo, se me antoja algo injusta, o quizá violenta.
Me encanta ver que son felices, esa felicidad son capaces de transmitirla a través de su forma de hablar, expresarse y afrontar el día a día.
Alguien sabio sabría aceptarlo sin tener que pensar en el tema, pero no es mi caso. No puedo evitar hacer balanza. Pensar en lo bueno que estas personas dan a otras a las que quiero.

¿Qué le puede ofrecer un hombre a la persona que más quiero? De verdad existe alguien que la merezca? No, ni mi padre ni el todopoderoso Michael Fassbender. Así que antes de que me cabreé , intento ver lo bueno que tiene esta relación.
Le ofrece vida, y es que sale, se divierte y aprende. Enriquece su vida. Le da experiencia a alguien que ya ha vivido. Ves su sonrisa cada vez que entra por la puerta.
También ves algunas inquietudes en sus marcadas arrugas, algún que otro enfado o rabieta. A veces justificadas, y otras propias de peleas de adolescentes sin experiencia.
Genera tal ensoñación en ella que lo normal es que no pare de hablar de lo que ha hecho esa tarde, noche, y que lo que yo tenga que decir le entre por un oído y le salga por otro.

De forma obvia es algo positivo, y yo, por muy familia que sea de ella, no soy quien para valorar una relación personal como esta. Mi opinión siempre estará por debajo de la de ella, que es donde tiene que estar.
Cierto es que más de una vez le he reprochado acerca de planes que se han visto truncados, o por mi manía de llamar la atención y no caer en el aburrimiento. Pero sabemos, los de mi edad, que somos una de las primeras generaciones de padres divorciados, somos una de las generaciones donde la concepción de amor para toda la vida ha quedado olvidada.
La mayoría de mis amigos vivíamos solo con un padre o madre (madre es lo común), y pronto veremos a la primera generación de nietos cuyos padres estén separados (adiós a lo de ir a casa de los abuelos), al menos tendrán el doble de regalos en su cumpleaños.
Debemos aceptar esta situación y verle el lado positivo. No es fácil quedar relegado por alguien nuevo, que antes ni siquiera existía en nuestra vida. ¿Merece la pena? Si les hacen felices sí.

Comprender esto es de gran ayuda para los observadores del amor ajeno. Nosotros, que mientras los demás aman o fingen hacerlo, nos dejamos llevar por la corriente del tiempo, nos frustramos, o disfrutamos de la libertad momentánea que produce esta atípica soledad.
En los momentos que yo tenía pareja y mi familia no, cosa que no se si se ha dado en el tiempo, no me parecía que les molestase, al menos no lo decían. Bueno como les va a importar el coñazo del niño desaparecía un buen rato. En fin, se puede aprender mucho de las relaciones amorosas sin tener que fijarse en las grandes parejas de famosos, sino focalizando nuestra atención en los que tenemos más cerca, esos que saben amar de verdad. Mientras tanto, el otro miembro de mi familia soltero (mi abuela, los solteros de oro) seguimos discurriendo en el tiempo, observando el amor ajeno, y quien sabe si más tarde o más temprano, un amor intermitente me lleva de nuevo a una relación con la que sacar el móvil durante los paseos y fingir como que no existe (pero eso si que no le importa y afecta a nadie)  :).