- Tome en serio lo que es digno, y ríase de lo demás.
- Usted ha de acostumbrarse a la vida y ha de aprender a reír.
"El lobo esteperio" (1927) Hermann Hesse.
Muchas veces me preguntan por qué cito tanto "El lobo estepario". Siempre termino llegando a estas frases, con las que Hermann Hesse daba final a uno de los libros más influyentes del siglo XX.
90 años han pasado desde que el libro fue publicado, y sigue siendo una de las lecturas más modernas a la que me lanzo de vez en cuando.
Es verdad que hay que echarle valor para adentrarse en la historia. Como bien escribió Hesse: "Solo para locos"; "No para cualquiera".
La historia, en sí, es bien fácil de entender: un pibe, amargado con la vida que lleva, aprende a vivir con la ayuda de una tía que está muy buena, y un saxofonista gay.
Sin embargo, la historia, que apriori es fácil de entender, conlleva un salto de fe del lector: "Cuesta la razón".
La realidad se transforma, y todo parece estar dirigido para que el protagonista cambie su concepción de la vida.
- Ha comprendido la desesperanza de la vida humana: la grandiosidad del momento y su miserable marchitarse.
- A nosotros los inmortales no nos gusta que se nos tome en serio, nos gusta la broma.
- Me necesitas para aprender a bailar, para aprender a reír, para aprender a vivir.
Todo un libro, pesado y difícil de leer, para llegar a esto: No te tomes las cosas tan enserio, aprende a reír.
El sentido del humor se convierte en la salvación del hombre; en la manera que tiene el individuo de luchar contra su angustia y su desesperación individual.
Pensad en Kierkegaard, Sócrates o Schopenhauer... vale, nadie los ha leído, pero pensad que eran unos hombres que no aceptaban las normas de su tiempo, que sufrían desde el primer instante en que empezaban a debatirse, en su fuero interno, la vida que llevaban.
Llevaban un camino directo a la amargura, sin embargo, todos coincidían en una cosa, en el uso del sentido del humor para aceptar la vida que llevaban, el mundo en que vivían. Se convirtieron, así, en los hombres más divertidos de su tiempo. De hecho, Soren Kierkegaard, un hombre que debería ser la amargura personificada, era el alma de las fiestas de Copenhague. No había danés más profundo, desesperado y, a la vez, divertido que ese hombre con un tupé de escándalo.
Con esta introducción quería llevaros de la mano a un mundo donde la ironía, el sarcasmo y la burla imperan.
De como yo, este que escribe, se tornó en un hombre habituado a usar el humor como arma ante un mundo abrumador, aburrido y sin sentido.
De como yo, este que escribe, se tornó en un hombre habituado a usar el humor como arma ante un mundo abrumador, aburrido y sin sentido.
EL AUTOATAQUE
Quien me conozca un poco y haya tenido la mala suerte de hablar conmigo, se habrá dado cuenta que soy muy dado a insultarme a mi mismo.
Esto requiere práctica. No es fácil cagarse en la vida de uno mismo, pero ya me sale sólo. De hecho, podría decirse que soy un maestro en esto.
Empecemos con un poco de existencialismo, futuros humoristas de la vida. Lo primero es aceptar quiénes somos, por nosotros mismos. Es decir, atreverse a mirarse en el espejo y ver en él a la persona que somos, aceptándola, mientras hacemos frente al miedo que nos impide ser lo que queremos ser.
Ese miedo nos anulará muchas veces. El miedo a lo desconocido, al fracaso. Pero la vida fluye hacia delante y, aunque nosotros intentemos comprenderla desde el pasado, nos hacemos viejos y debemos lidiar con lo que vendrá.
El futuro es incierto, y nuestra liberta nos lleva a la angustia de decidir qué queremos ser.
Si queremos ser ese hombre que se ríe de la vida, debemos escoger por nosotros mismos quién queremos ser. Zambullirse en nuestro fuero interno y decidir nuestro camino cada día, sin temer al fracaso, aceptando el porvenir.
El siguiente paso, de todos ellos, queridos lobos esteparios, es aceptar que no somos el centro del mundo. Aceptar que, en este instante, nadie está pensando en nosotros; que a nadie le importa lo que estemos haciendo.
Esto suena triste, pero os quitará mucho peso de encima: el qué dirán y el actuar conforme a los demás quieren, mandan en nuestro mundo, un mundo que ya es jodido de por sí y, que con estas imposiciones, volvemos más difícil aún.
Una vez hagamos esto, nos sentiremos más libres, pero a la vez más perdidos en un mar estético, donde es fácil caer en el placer y la desesperación del vacío de no ser nosotros mismos.
Ese miedo nos anulará muchas veces. El miedo a lo desconocido, al fracaso. Pero la vida fluye hacia delante y, aunque nosotros intentemos comprenderla desde el pasado, nos hacemos viejos y debemos lidiar con lo que vendrá.
El futuro es incierto, y nuestra liberta nos lleva a la angustia de decidir qué queremos ser.
Si queremos ser ese hombre que se ríe de la vida, debemos escoger por nosotros mismos quién queremos ser. Zambullirse en nuestro fuero interno y decidir nuestro camino cada día, sin temer al fracaso, aceptando el porvenir.
El siguiente paso, de todos ellos, queridos lobos esteparios, es aceptar que no somos el centro del mundo. Aceptar que, en este instante, nadie está pensando en nosotros; que a nadie le importa lo que estemos haciendo.
Esto suena triste, pero os quitará mucho peso de encima: el qué dirán y el actuar conforme a los demás quieren, mandan en nuestro mundo, un mundo que ya es jodido de por sí y, que con estas imposiciones, volvemos más difícil aún.
Una vez hagamos esto, nos sentiremos más libres, pero a la vez más perdidos en un mar estético, donde es fácil caer en el placer y la desesperación del vacío de no ser nosotros mismos.
APRENDER A BAILAR, A VIVIR
En la novela, el personaje de Armanda es la encargada de enseñar a vivir al protagonista, sacarlo de la desesperación en que se encuentra, de enseñarlo a bailar y a reír.
Es la que le guiará en esa búsqueda hacia la felicidad que le parece imposible.
No os contaré el final de la bella Armanda, pues os podría traumatizar; pero, al menos lo interpreto así, Armanda libera a Harry de la seriedad del mundo. Lo libera de las reticencias sociales y del qué dirán y lo lanza a un infinito mundo de posibilidades que podría haber vivido: las chicas a las que podría haber amado, y una cantidad, casi ilimitada de posibilidades.
Pensad en todas las personas que podríamos haber conocido, en todas las actividades que podríamos haber probado, y en todos los países que no hemos visitado, por el miedo a lo desconocido y al qué dirán. Por el miedo a tomarse la vida demasiado en serio.
LA MAGIA DEL HUMOR
Usar el humor como tratamiento ante la incertidumbre de la vida, me ha librado de muchos momentos en los que la desesperación hubiera arrancado gran parte de mi energía y de mi felicidad.
Imaginad un mundo lleno de serios. Sería una mierda. Además una mierda sin sentido, pues la vida no tiene sentido y, mucho menos, el de ser serio.
El único sentido que le puede sacar uno a la vida, es el de vivir conforme a lo que somos, a lo que nos hace estar agusto con nosotros mismo, y ahí no cabe la seriedad, no cabe el qué dirá y, mucho menos, egocentrismo.
Uno de los puntos más interesantes del final de "El lobo estepario" es ver las infinitas posibilidades que podría haber tenido Harry Haller, el protagonista, con las mujeres de su vida.
Se podía ver enamorando a todas las mujeres con las que podría haber hablado, etc.
Creedme, soy un peso pesado en la imaginación de otras realidades, de abrir una puerta hacia otras posibilidades, que coquetean con el absurdo, lo irónico y lo obsceno.
La realidad puede ser muy aburrida, agobiante y cruel, así que, de vez en cuando, hay que imaginar otras realidades que le den a esta un toque que la haga más digerible.
No sé vosotros, pero siempre que me voy al médico o a algún lugar donde alguien recoja notas sobre mí, me lo imagino realizando el siguiente ritual:
Llega a casa, coge el paquete de folios, escritos, ese día y de forma aleatoria saca uno al azar(Siempre es el mío).
Acontinuación, se enrolla la polla con el folio y se masturba hasta gritar basta.
Esta imagen, esta forma tan extraordinaria de decir "me la sudan tus problemas", me sirven más que sus recomendaciones.
Luego está la del profesor luchando con el cocodrilo que sale del váter, la de las niñas poseídas que levitan sobre su cama, las del maltratador omnipresente, y un largo etcétera que serviría a los expertos para declararme loco.
Pero, les pregunto a esos expertos, ¿es vuestra vida tan satisfactoria como para no fantasear? ¿es tan hermosa, divertida y con un sentido pleno?. Me río de ellos.
No es locura, es hastío, aburrimiento, y ganas de vivir.
Es imaginación y cambio de una realidad monócroma.
Recurro, de forma constante, a la fantasía del niño facha, a la del salido, amante de los vegetales; y a la del camarero que deja fluidos en las bebidas.
Una siguiente fase, lleva al extremo todo este tipo de realidades alternativas y, fruto del nihilismo, aparezco en ellas recibiendo el castigo que debiera (no las escribo porque me desterrarían a Siberia).
Esto es el autoataque (eso que me inventé al principio), llevado a la máxima potencia.
Has dejado de tomar el mundo en serio y das el siguiente paso: dejas de tomarte en serio a tí mismo.
Esto no es perderse el respeto, esto es aceptar que somos sólo uno más.
A los que les parece esto algo de mal gusto, algo de una mente enferma e infantil, lo siento por vosotros, que seguís encerrados en la seriedad de un mundo, regido por un caos que no entiende de seriedad y cabezas cuadradas.
A los que se ríen con ellas, las comprenden e, incluso , llegan a crear las suyas (a parte de pensar que estoy chalado), felicidades, pues tomáis digno lo que es, y habéis aprendido a reír.
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