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sábado, 24 de febrero de 2018

Carta a una madre: Del amor, la vida y el tiempo perdido



Mamá, te quiero.

Mamá, el tiempo perdido es el tiempo que no paso en tus brazos. El tiempo en que unas lágrimas no permiten ver lo que tengo delante, pero no son lo suficiente grandes para caer sobre mis pies y limpiar mis ojos. 

Cliqueo, tecleo y aporreo las letras del teclado con una mezcla de furia y asco por el tiempo en que no te digo "te quiero". Escribo porque el amor rebosa de mis dedos y por que las cadenas de lo correcto me impiden salir en tu búsqueda. 



Dios, ma; ¿por qué estoy aquí?. Dices que es necesario. Un proceso que todos tienen que pasar todos los que un día han de ser alguien. Pero, ¿acaso no soy un hombre ya? ¿Acaso no soy capaz de razonar como un hombre medio? Supongo que no, que aún me queda mucho, ma. Pero sufrir no tiene sentido, y menos lejos de ti.

Dónde está el sentido, ¿por qué lo más normal que sería hacer la vida bajo el amor se diluye en la obligación sin sentido y el sufrimiento? Dios, ma; ahora sí que me arrepiento del tiempo perdido. Todo vuelve, menos el tiempo; y ahora echo de menos el tiempo en el que estuve junto a ti y; más aún, me arrepiento del tiempo en el que estando contigo no estuve junto a ti.


¿Por qué la madre, ma? Siempre se vuelve a la madre. Será que no somos capaces de despegarnos de ella, aunque, no creo que tengamos esa necesidad.
Es curioso, fuiste el primer ser al que toqué y, a pesar de que no seas alta, fuerte, y con carácter de hierro, sé que estoy seguro junto a ti.




Ojalá los que están a mi al rededor pudiesen condensar todo el amor, el dolor y la rabia en un párrafo y soltarlo sobre una figura tan potente como la tuya. Levanto la cabeza y lo que aspiro no es limpio; se tiñen mis pulmones de un mundo que oprime al que sigue su naturaleza, al que piensa.



Me duele el cuello y mis ojos se enrojecen. La pantalla no acaricia como tus manos y aún así paso más tiempo bajo su hostil resplandor que escuchando los sonidos de tu boca. Y aún defienden que esto dignifica. Mas lo único que eleva el alma es sentir que haces eso que te llena...  te necesito en esto momento para llenar mi desierto; mi vacío.



Habrás pasado por esto. Lo de hacerse mayor. Lo de hacerse mayor y que la vida se un continuo de obligaciones... irónico que lo diga yo, que he sido tu obligación durante toda mi vida. ¿Cómo se soporta? ¿Cómo se juega a este juego? Dices que uno se adapta, pero ya sabes cómo soy, que ansío aspirar a algo más; pero que lo único que quiero es sentir la satisfacción de los sencillo agitándose por mi cuerpo.



¿Acaso es de soñadores creer que la plenitud es posible? ¿Acaso no es posible vivir de lo que te llena, te hace feliz y ayuda a los demás? Maldita la hora en la que lo complicamos todo. Maldita tu generación que aplasta a la mía y la menosprecia. ¿Cómo puedes pertenecer tú a semejante panda de arrogantes? Escupo en su superioridad, pues podría observarlos desde las puntas de mis dedos y reír delante de sus llanas vidas.



¿Dónde perdimos el rumbo? Cruzamos los caminos para chocarnos con miles de obstáculos que nada aportan. Alimentamos el ego de los que se sienten superiores; alimentamos a los cerdos. Yo les daré de comer su propia mierda, a ver qué tal le sientan. Políticos, jefes, incluso vecinos... están por todas partes, ma; los que dejaron de sentir.


Tú nunca has sido como ellos. Has estado en el lado digno de la vida y todo lo que has hecho lo has hecho con amor. Ninguno de tus errores ha sido por maldad. Ma, eres una buena persona, no lo olvides. Y como tal tienes derecho a disfrutar de todo lo que te rodea; sin temor; sin vergüenza; pues tú, sobre todo tú, tienes derecho a disfrutar lo que has hecho grande; la vida.


Nunca te sientas por debajo de nadie, pues no estás. Sólo los que necesitar fingir superioridad desvelan su patética posición. No los tomes en cuenta. Escupe en sus normas, enséñales lo que vale una persona de verdad y los derrumbarás.



Mamá, no dejes de hacer nada que no quieras; que nadie te diga que es lo que puedes o no hacer; que nadie te insinúe que no vales, pues tu valor cegaría al mismísimo Dios. Camina, respira, habla como quieras y, sobre todo, piensa, juzga. Pon a debate el sentido de todo. ¿Es esto necesario, vale la pena, tiene sentido? Las personas que merecen la pena son las que hacen las preguntas correctas y son capaces de contestarlas con el corazón.


Que no se te escape la vida. Que la sombra del egoísmo no te encadene las manos y te impida tomar posesión de lo que te has ganado y es tuyo. 


En cuanto a mí, no sé cómo seguirá este cruce de caminos. Es el precio que hay que pagar por pensar por uno mismo; por darle un sentido noble a la vida. Me dicen cómo tengo que escribir...a mí. Qué sabrán ellos si sólo se expresan a través de gritos. Yo me los guardo para hacer oír mi voz ante la sedentaria mente que nos aplasta. 




Habrá un día en que seremos nosotros, los que ahora comemos el polvo y olemos la grava los que estaremos en ese lugar, y será deber de mi generación hacer ver que la vida no es un campo de batalla ni un lugar por el que pasar sin tocar nada. Sólo hay una, y esos que la dominan ahora están cada día más cerca de perderla. 


Son ellos los que juegan con esas cartas, son ellos los machistas, los racistas y los adoradores de la posición social... los que ensucian este mundo y después se quejan. Madre los verdaderos genios no están en los ayuntamientos, ni en las editoriales más exitosas. Están donde su voz se les respeta y se valora. Los he conocido en lugares  que muchos considerarían sucios, pero es que temen que les tumben de forma intelectual y les hagan ver la oscuridad de sus vidas.


Puede que siga siendo lo mismo. Un tipo inconformista en constante evolución y búsqueda de algo que me haga seguir adelante. Puede... pero seguiré pensando por mí, seguiré jugando con mis cartas, que no son otras que las del sentido común. Seguiré escribiendo como yo quiera, aunque sea mi retina la única que recibe la luz de mis letras; pues sólo vuelco el diálogo de mi cabeza.

Somos personas de verdad, vivamos 





domingo, 11 de febrero de 2018

LA ASPIRACIÓN Y EL DESENCANTO


Tecleo desde el ordenador de la oficina; el agujero negro de mi ambición. Me declaro enfermo del desencanto, de sudar ilusión y ver como el suelo la seca. Dicen que el trabajo dignifica, pero me siento más inútil que nunca y lo que no te dicen es que sólo vives una vez y que sería más que recomendable aspirar a hacer algo que vaya más allá de lo que esperan de ti, que es nada.
La boca se me seca por las ideas desaprovechadas que se escapan de mi boca y chocan con oídos sordos que viven acorde a la filosofía de dejarse llevar por el hilo de la vida; para en el momento de su fin descubrir que habían vivido como si nunca fuesen a morir, y mueren sin haber vivido.

Una palpitación lleva conmigo desde que era chico, quizá desde antes de ser consciente de la enormidad del mundo. Un deseo latente que despertó para no dormir, que agarró las riendas del caballo alado, de mis deseos; de mi vida.
El deseo constante de hacer algo grande. El deseo de dejar mi huella sobre la roca. Lo mismo que sintió ese chico hace 20,000 años para dejar sus huellas en la cueva. Decirle al mundo que esto lo hice yo y que mereció la pena.


La libertad que gozaba desapareció sin que pueda yo oponerme a un sistema que desde el principio se conoce deficiente y, en un modo práctico, casi inservible.
Un trato extraño, lleno de competición y falta de ayuda. Los que antes estuvieron en mi lugar habían olvidado de dónde venían y la empatía brillaba por su ausencia en esos cubículos donde nos deshumanizamos a golpe de clic y de mirar a una pantalla llena de palabras que caerán en el olvido.


Oigo una voz y después otra, hay quien lograría escuchar una palabra amable, casi bonita; pues dicen que en la calle aún hay vestigios de lo que nos es propio, el ser humanos.
Ideas brotan de mi cabeza con cada paso, las intento retener, pero se que se caen en el suelo y botan como canicas para no volver. Algunas se quedan, pero el tiempo juega en tu contra, pues la unión de los verbos tener +que hacer te obliga perder tu tiempo en lo que dicen que dignifica. ¿Pero cómo va a dignificar la oficina? ¿El becario no se siente dignificado, se siente inútil? ¿Tanto cuesta una palabra amable? ¿Qué hemos hecho para llegar a esto?


Hay quienes lo llevan mejor; algunos ni se lo plantean, pues ellos son felices con echar un polvo de vez en cuando y comprarse la última edición del Fifa. Pero yo no; ni tú. Necesitamos más; y no me refiero a sexo, en el que nuestra capacidad de amar nos lleva a reflexionar sobre sobre sus efectos, formas y si merece la pena. No.
Os hablo de crear, pues somos creadores perpetuos en un ambiente que no escucha lo que queremos decir. La ambición de hacer algo grande y de superar lo anterior nos lleva a una continua escalera de subida y bajada por los sentimiento; ilusión, desencanto; y vuelta a empezar.


Quiero creer que el tiempo pasa rápido; que mi vida acelerará para mitigar el hastío y la incomprensión. Pues sé que no voy a cambiar, que no me voy a convertir en un mero consumidor que no se da cuenta de las dimensiones de su ser.
Quiero creer que tengo talento para hacer algo de valor; algo que la gente reconozca y que, a la vez, sane mis ansias por el continuo deseo de crear. Hacer de tu vida una obra de arte, mirarla al final y poder decir sin miedo que mereció la pena.


En estos momentos gozo de la compañía de unos amigos que me quieren por quien soy, no por qué digo, no por mi aspecto; no por lo que hago. No cambiaré, por lo que ellos me seguirán queriendo por mucho que me hunda en las incomprensiones del mundo que han creado los que ya no viven en él.
Me siento bien, mejor, pues siento que ese es el lugar en el que debo estar. Eso es amor. Bálsamo para afrontar otra semana en el desencanto. "A change is gonna come"; dios te oiga Sam. Y dios oiga a los que ansían vivir e ir más allá.