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domingo, 13 de noviembre de 2016

El derrame del tiempo. Parte I

"Breve et irreparabile tempus omnibus est vitae." Virgilio

De repente sentí una verdadera sensación de responsabilidad. La ansiedad naciente de aquellas tareas y obligaciones me dejaron con la vista baja, intentado que el gris suelo de cemento me diera alguna explicación a lo que estaba pasando.
¿Sabéis? No era una respuesta difícil: "Me he convertido en adulto, y no me he dado cuenta".

Hay algo que aquellos héroes a los que admiramos, y que tan invencibles se muestran en las historias y leyendas que devoramos con el corazón gritándonos de la ganas que supondría ser como ellos, que ni ellos mismos son capaces de afrontar: El paso del tiempo. Y eso es de lo que escribo, eso que tanta inseguridad me da; a pesar de ser lo más seguro que hay en esta vida: el inexorable paso constante del tiempo. Aquel que nunca más volverá.
Todos los héroes tienen en común el hecho de "hacer cosas" , y estas son de lo más diferentes, como los que salvan Gotham de la corrupción y el crimen; como las que defendieron el voto femenino encadenadas a las puertas de ayuntamientos; o como los que simplemente soñaron con un futuro mejor paras sus hijos.y lucharon para conseguirlo. 
Por muy heroicos que sean Batman y Robin, las sufragistas del XIX y miles de héroes anónimos aplastados por las leyes de su tiempo, hay algo que van a compartir con el resto de los mortales (además de la mortalidad), esto es la imposibilidad de escapar al avance del tiempo. 

Y me he dado cuenta de lo fácil que era todo antes. Si es que hasta "ayer" no tenía responsabilidades. ¿Pero cómo ha podido pasar este tiempo tan rápido? Un año puede ser mucho, o un simple parpadeo.
Dios mío si aún recuerdo cuando mi abuela me recogía a la salida del inglés, para darme después un  Nesquik muy cargado y caliente, de esos oscuros, que humean tanto que hasta te empañan las gafas, mientras veía alguna de esas series de las que no querías perderte ni un solo capítulo, aunque todos tuvieran la misma estructura una y otra vez.
Las noches en las que te acostabas excitado, pensando en qué ibas a jugar al día siguiente, en la excursión de la semana que viene; y en lo que te ibas a pedir para los Reyes Magos, para quedarte dormido sin darte, sin esfuerzo, abriendo los ojos con la luz del sol y el olor a churros recién hechos para despertarte
Te despiertas al día siguiente, y la excitación se ha convertido en un estrés que deriva en noches demasiado largas, que como una pescadilla que se muerde la cola te introducen en un círculo de tristeza y desesperación.

Ahora que lo pienso, aunque en aquellos años no me lo parecía, la vida era como en aquella canción mil veces versionada: "Summertime", cuando la vida es fácil. No me lo parecía porque me preocupaba por cosas de la edad. Ya sabéis, esas preocupaciones, que ahora nos parecen simples nimiedades, pero que en aquellos años te daban más de un quebradero de cabeza y de dolor de tripa.
La comida, esa es otra, que maravillosa era. Comías bien, muy bien. No te importaba nada lo que comías mientras estuviese bueno. No sólo estaba buena, sino que era un nexo entre yo y el mundo, pues nunca comías solo, sino rodeado de seres a los que ya apenas ves, a los que solías llamar familia.
Ahora mastico aquello que he cogido rápido. Lo mastico de pie, y con la única compañía de la voz a la que no puedo poner cara, pues procede de una radio.
No me cabe la menor duda, de que espero a mamá para comer, a pesar de aquel tremendo apetito que me visita, que llega del trabajo después de que yo ya haya vivido una tarde en su mañana.

No puedo evitar pensar en este paso implacable, que como una prensa hidráulica compacta el tiempo de mi vida, y no sentir una especie de calambre por mi cara, para evitar mirar algo de forma fija. Esos momentos se nublan : "¿He vivido lo mejor que he sabido? ¿Sabiendo cómo estoy ahora no debería haber aprovechado mejor el tiempo?
Estos debates siempre los pierde mi autoestima, intenta contraatacar con las típicas justificaciones: "creía que lo hacía bien, que aprovechaba el tiempo". Pero siempre es noqueado con todos esos recuerdos de oportunidades desaprovechadas por un miedo inútil y tonto; por una vagancia impropia de mis ganas de vivir... Recuerdas a todas las chicas con las que podrías haber bailado, con todos los viajes que rechazaste, por las comidas a las que no fuiste por vagancia, por las veces con las que no estuviste con aquella persona a la que tanto querías y que ya no está, simplemente porque era tarde, hacía frío o no tenías ganas.

Es un golpe fuerte este. No me puedo imaginar a nadie que no se de cuenta de que se muere, de que mientras está leyendo esto, mirando las redes sociales, o viendo un reality, el tiempo pasa. Es duro pues también está pasando mientras duermes sobre el hombro de tu abuela; mientras acaricias la espalda de esa chica mientras susurras cosas anodinas  y hueles suavemente la fragancia de su cuerpo. Momentos maravillosos, como las noches que compartes con ese amigo al que no le puedes pedir que se acuerde de tu cumpleaños, pero que te saca cuando más lo necesitas; o como cuando vas a ver una película con alguien y os pasáis el camino de vuelta hablando sin parar de la película, de que si ha sido tal o cual... Todos esos momentos en los que el tiempo parece pararse, como si vivieses en un eterno retorno digno de ser vivido, también se someten a la erosión del tiempo.
Ojalá hubiera una caja, un cofre en el que guardar estos momentos, para volver a ellos una y otra vez. Sería como tener la vida en un DVD, y reproducirlos una y otra vez.
Me detengo, pues pienso que de tanto revivir recuerdos no viviría el tiempo que me queda.

Creo que todos tenemos en mente eso de morir rodeado de nuestros seres queridos, ver la vida pasar delante de nuestros ojos y pensar: "ha sido una buena vida". Si no, es que algo estaremos haciendo mal. Pero nadie se satisface si piensa en el tiempo que pasa. Ya puedes hacerte mil y un viajes. Ya desayunes un croissant con mantequilla en un puente de París, comas frente al Coliseo, tomarte el café a los pies del Partenón y echarte la siesta en algún lugar de un desierto oriental, que el tiempo se te escapa de las manos, como la arena de ese desierto en tus manos.
Ser capaz de saborear cada momento, desde el más merecido de recuerdo, hasta el más anodino... "Feliz aquel que vive en el dorado presente", está escrito con letras doradas en la esfera del ayuntamiento de donde vivo, y que no puedo evitar leer cada vez que paso por aquella plaza fría, donde cada uno sigue su camino, sin cruzarte la mirada.
Y cada vez que lo leo me fustigo por no ser "el feliz que vive sus días en el dorado presente", pero a la vez me lleno de esperanza cada vez que lo leo; es una alegría tenue que te recuerda la edad que tienes y las posibilidades de que esa arena que discurre, lo haga de la manera menos dolorosa y sea digna de ser vivida.

Os dejo un enlace a un vídeo de lo que he escrito antes, lo de recordar toda tu vida y estar orgulloso:

HENRY THE VIII.

Para convivir con este enemigo insuperable hay una y mil formas, la más fácil y coherente es aceptar. Aceptar el desarrollo que supone en todos los ámbitos el paso del tiempo. Algunas cosas maduran y mejoran, otras se marchitan.
Saber que no podemos hacer sino vivir cada momento como si estuviésemos agarrando ese puñado de tiempo, de arena que se desliza por los resquicios que eres incapaz de tapar.
Es difícil esto de vivir en el presente, y eso que me he pasado toda mi infancia haciéndolo, viviendo sin cuestionarme nada de lo que hacía. Actuando sin pensar y sin preocuparme de nada.

Y es que los días como ya he dicho antes eran fáciles. Me viciaba a videojuegos desde que despertaba hasta que comía. Me zambullía en la playa sin necesidad de crema. Cogía la bici y recorría lugares de los que sólo había oído hablar, nos reíamos de las chicas y de sus "quebraderos de cabeza", dándome asco esos que aspiraban a ser mayores de lo que eran. Los que vivían sus días para aparentar algo que no son. Algo estúpido lo de aparentar ser mayor, pues es algo que vas a ser si o sí. Todo pasa y todo llega.
Ahora ansío volver a lo fácil, volver a las duchas sin afeitarse, volver a llegar a los sitios sin autobús, volver a disfrutar de los momentos más insignificantes y guardar los dignos en el cofre. No tener que pensar en el futuro, pues tu camino estaba marcado, tu destino era seguir esa senda que los de arriba nos marcan, y que tan asequible parece ahora. Ese camino tenía piedras y grava,sí; pero el camino que uno elige cuando se hace adulto es diferente. Tiene flores y momentos dignos de una foto con el corazón, pero también hay serpientes, cuestas hacia abajo, laberintos con espinas...

Es tu elección, eliges como seguir este camino, en el que no hay mapas ni atajos, pero siempre con el empuje del tiempo.

Dum loquimur, fugerit inuida
aetas: carpe diem, quam minimum credula postero. Horacio




lunes, 7 de noviembre de 2016

Conviviendo con el enemigo. Parte I: La soledad

Desde que tengo uso de razón , mis conocidos , mi familia, amigos, y demás sapientes de mi existencia, me han considerado una persona independiente.
He sido descrito como un nómada, incapaz de asentarse en un lugar, como si fuera un aventurero en busca de oro que sigue la senda un río.
Lo que no saben es que pocas aventuras me ha deparado ese "ir y venir sin cadenas", aunque parte de razón tienen cuando hablan de que voy a mi bola, de que sigo mi camino o de que no asiento mis raíces en tierra fértil.

No puedo pedir que conozcan cada sentimiento que recorre mi cuerpo, pues ni yo puedo controlar la avalancha de miedos, esperanzas, tristezas, etc que, como un tsunami, azotan mi ser.
Pero se equivocan. Se han estado equivocando todo este tiempo. ¿Mi culpa? Algo tendré , supongo Este castigo que uno se profesa siempre tiene como objetivo una redención de la tristeza que produce el sentimiento del que hoy vengo a hablaros: el sentimiento de sentirse solo, que no es igual que estar solo, pero que es destructivo para cada uno que lo sienta. Hoy os vengo a hablar de algunas convivencias con este enemigo que se presenta en forma de "nada".

Sí, soy un asiduo a sentirme solo, muchas veces sin sentido. Quiero decir que no estoy solo en realidad, de hecho no son muchos los momentos en los que estoy completamente solo. Pero sí que son frecuentes los momentos, en los que "acompañado" o no, me he sentido como un pozo profundo y oscuro, con tan poca agua, que tan sólo se forma un pequeño charco de agua sucia en el fondo.
Lo mismo es que los momentos en los que estoy solo, no los vivo como debería, aprovechando el tiempo para mejorar o para pasarlo bien, no sé... es difícil explicar las razones por las que uno se queda solo, pues es inevitable estarlo en algún momento. Es más, muchas veces lo busco, lo buscamos, necesitamos estar solos de vez en cuando; el problema llega cuando lo estás sin quererlo (sin comerlo ni beberlo estás por la noche, sentado en el sofá, con la única compañía de una televisión encendida).

Supongo que no tendré que explicar lo que es sentirse solo, pues me aventuro a decir que es un mal propio de nuestros tiempos, de nuestro estilo de vida (al que tanto amamos, pero que tanto daño nos hace). Si no ,os lo resumo rápido: Es una mierda (ummmm estaba siendo muy correcto).
Lo que se siente al sentirse solo es peor que estar solo, pues si estas solo, más no puedes hacer sino buscar compañía en cualquier forma que se te presente (a veces tiene más poder la voz desconocida sonando en la radio, que una sala abarrotada de gente) o intentar justificarte en la imposibilidad de compañía dentro de un contexto de soledad (de esta frase tan rara saca tu tus conclusiones). E incluso estando solo no tienes por qué sentirte solo, es complicado este sentimiento.
Es un sentimiento de rabia y tristeza a la vez. Un sentimiento de fracaso y de envidia. Un autosabotaje en toda regla (y ya sabéis lo fan que soy del autosabotaje). Lo peor es que este sentimiento te hace estar, ya sí, solo de verdad, pues te encierras como un inmaduro en ti mismo, y lo único que sacas es rabia, dolor, frustración y te castigas con la culpabilidad (ale!!, otra cuz a las espaldas).

Para alguien como yo, que necesito amar tanto o más como el comer (y como como un condenado al tercer círculo del infierno por asidua a la gula), os podréis imaginar como ha debido y debe ser sentirse solo, a pesar de estar rodeado de seres.
Me toca hacer memoria. Volvamos a los tiempo de las galletas dinosaurio del recreo. Primaria, seis años largos que ahora sólo recuerdo en ráfagas de disparos mentales ( mierda, me hago viejo y no lo puedo evitar). En estos momentos ya me tengo recuerdos de sentimientos (esto de recuerdos de sentimientos es fascinante ¿no?, recordar algo a través de sentimientos, soy gilipollas desde luego, pero es cierto que tomamos decisiones a través de los sentimientos ya tenidos en experiencias previas, por eso es que le tengo tanto miedo las rubias naturales y adversión a la salsa picante del restaurante chino).
Yo era un chaval, ya gordito, ya sin padre que me protegiese o que me sirviese de referencia, sin habilidades...( Dios¡ eras un pringado!.. bueno era mono con esos mofletes... pero bueno no nos desviemos). Yo era asiduo a un horario regular, en un colegio de monjas sin monjas, habitado por un sentimiento de compañerismo con el que nunca llegué a conectar. (Compae no me puedes defender eso de la fraternidad y pasar de mí como si tuviese lepra). Tenía amigos, sí, y fueron algo clave en que no se me fuera la cabeza, cuando después de clase tenía que quedarme en casa de mi abuela con la única compañía que los dibujos del canal sur y las meriendas ( ahora entiendo por qué en esta época me puse gordo) de esta anciana tan simpática, que como buena metomentodo peca de cagarla mil y una vez (pero no puedo evitar quererla), hasta que mi madre regresaba del trabajo, ya de noche, y volvía para echar la cena con más tele todavía.
En primaria, todo es más fácil, sólo te tienes que dejar llevar, y los sentimientos de soledad se ven tapados por las inquietudes de la edad: sí, los videojuegos y... no sé todo es más ilusionante. Un chaval de primaria sabe que va a hacer un viaje dentro de cinco meses y está que no caga de la emoción hasta el día de partir. Un chico de 8 años se divierte con cualquier cosa, todo se vive como más presente.
No pones presión sobre tus hombros.

Pero no sé que el lo que pasa en los siguientes cuatro años que continúan a este "camino fácil" que es primaria. Nos adentramos en la broma de la E.S.O, donde todos intentan aparentar lo que no son. Aparentar ser más mayor que lo que eres, aparentar que tus padres no importan, aparentar ser buena persona pero sin ponerse en la piel del otro. Hemos pasado del Mario Kart al Call of duty en un visto y no visto. Hemos cambiado los batidos de vainilla por un vaso de plástico con hielo y alguna bebida que quemase la garganta, tomada al frío de la helada noche.

Y ahí estaba yo, con mis manos en los bolsillos, viendo pasar todo esta etapa como un desconocido ante todos los que me rodeaban.
Llego a una eterna pregunta en mi cuestionario personal: ¿Fue culpa mía? Fue acaso el hecho de recibir tan poca atención lo que derivó en el sentimiento de soledad o fue al revés? Quiero decir, si fue mi abstracción o "encerramiento" lo que hizo que a los demás le importara menos que una peseta; o si fue esa falta de consideración por los demás, lo que derivó en la soledad que sentí, siento y sentiré en a lo largo de mi vida.
Lo que sí está claro es que es como un pez que se muerde la cola, un círculo vicioso.

Debe de ser ese acomodo o "acostumbramiento" a que nadie me preguntase como estaba, lo que ha dado lugar a mi clasificación como hombre independiente. Madre mía, si fuese un protagonista de una novela de Chandler, un Humphrey Bogart, un llanero solitario, Ryan Gosling en Drive, pues entonces genial. Pero sigo sigo siendo un chaval de carne, huesos y sentimientos. Más emocional que racional, guiado por lo que me hace sentirme bien.
No voy a mentir, que muchas veces evito compromisos, o me voy antes que nadie, etc. Pero no es que no quiera estar con alguien, al contrario, vivo tanto el estar con alguien, que con menos tiempo ya tengo dibujada la sonrisa en la cara. Y es que ansío esas llamadas para quedar, ansío las buenas conversaciones, me enamora compartir gustos, etc.
Pero se ve que no lo he sabido comunicar bien, cuando escuchas frases como: "creíamos que no querías venir, así que no te dijimos nada" o "Bueno, tú es que eres así". No soy así creedme.
Quizá sea una máscara, mi cara. Una cara que no exprese nada, pero que esconde la más infinita de las tristezas y la más clara de las alegrías. (de aquí hago como Mishima y me escribo unas "Confesiones de una máscara", versión cutre).
Alguna vez me has preguntado si me gustaría o cómo me parece o qué tal o que te gustaría. No y no culpo a nadie.

Recuerdo cuando mamá enfermó por primera vez y bueno todo el mundo se volcó con ella, lo cual fue algo marivilloso. Ostia recuerdo que mi reacción fue "¡Coño! Mamá tiene amigas". No se si fue algo rastrero o no el hecho de que le empezaran a prestar atención a partir de la enfermedad, pero a ella le hizo muy feliz y lo sigue siendo. Bueno que me voy por las ramas... A sí, mamá en el hospital, mamá apagada; y yo, yo seguía mirando como desde una atmósfera extraterrestre. OK Mamá necesita apoyo, pero familia no yo también estaba ahí. Recuerdo salir del colegio, ir al hospital y llegar ahí para ver a desconocidos, para al cabo de las horas, salir de ahí, volver a casa y acostarme solo, sin ninguna llamada por parte de nadie. Pufff vivía sólo con 16 años y ni siquiera papá llamaba todos los días, ni siquiera la abuela que vivía a 5 minutos venía, ni la tía a la que tanto admiro preguntó por mi día a día. Y lo peor de todo es que continúo con la eterna duda de si "esa aparente ganas de estar solo" es culpa mía. Por dios yo lo que necesitaba eran abrazos, y quizás no supe decirlo como para que alguien me explicase.

Bueno sigues ahí creciendo, porque el tiempo es lo único que no podrás parar inevitablemente, tu carácter se forma etc, ya no hay tanto videojuego y hay más libros (algo bueno que has hecho), te importa menos el físico y demás mierdas; pero lo importante permanece, la necesidad de sentirse querido, y dar cariño. Sé que puedo dar cariño pero dame tiempo y permite que te lo dé.
Fue en una época estival en la que este que escribe toco su mayor fondo psicológico, físico y bueno que no estaba bien...y nadie hacía nada. Por supuesto no puedo exigir a los que no me ven tanto el hecho que sepan cómo estoy, pero sí a los que estaban conmigo aquellos meses. No sé si es que pensaban "bueno a él le gusta estar solo", ¡pero que mierda! osea ¿que antes me gustaba estar con ellos y de repente no? A nadie le gusta estar solo, y menos las 24 largas horas que tenían esos días
No puedo exigir responsabilidad, pues cada cual es responsable de su vida, pero salir de esa situación uno solo, es como atarse los cordones con la boca; y  yo lo estaba.
Volvemos al ciclo

Así que , ¿como se vive esto? Bueno, gracias a Dios, esto no pasa todos los días, y si hay algo que me ha ayudado es esa gente que se ha preocupado un mínimo por mí, pues una mínima muestra de apoyo, aprecio o cariño, yo la siento elevada a la quinta potencia (enserio gracias por estar siempre ahí, cada día y semana). También ayuda tener una mente más racional (algo difícil para mí), saber que todo tiene arreglo y que los sentimientos son pasajeros.
Usar el tiempo en que uno se siente solo en algo provechoso, es algo que ayuda a no martirizarse tanto. Agradecer todos los días a los que tienes ahí; aprovechar y sentir cada segundo que estás con los que te quieren y quieres... Así poco a poco sobrevives a la eterna losa que es este sentimiento de soledad. Poder sacarle provecho, sintiendo más que nadie los momentos en los que te dan la mano, y saber disfrutar con calma de los momentos de soledad.

Sé que nunca escaparé a este sentimiento que me ha acompañado como si de una segunda sombra se tratase, pero las experiencias te guían hacia el modo correcto de vivir con ellos. No hablo de estoicismo o hedonismo o de todos los ismos que haya. Simplemente es así, algunas veces la viviremos hundidos en la miseria, con una rabia que nos destroza y una frustración propia de inmaduros, y otras la sabremos disfrutar.
Como escribió Hermann Hesse:
"Eres demasiado exigente y hambriento, el mundo te rechaza, tienes para él una dimensión de más"
 "Usted ha de acostumbrarse a la vida y ha de aprender a reír".