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jueves, 19 de octubre de 2017

CARTAS A UNA MADRE: ¿ES ESTO AMOR?

"La imagen de ella asaltaba la mente de un chico desquiciado por la semilla sembrada en su interior"



La rabia me quema y duele, ma. Duele; duele el no poder sino imaginarla en mi cabeza, si saber, si quiera, si he dibujado bien sus rasgos.
Y, estoy seguro que me dejo alguna curva y el color de su piel no sea el real; y, aún así, me gusta de todas las formas posibles.


Me gusta, ma; me gusta y siento el mar de sentimientos de la semilla que empieza a crecer.

Ma, te contaré cómo se preparó la tierra y la semilla se introdujo en mí, sin que yo pudiera controlar la avalancha que llega a ahogar mi propio ser.

Convivía, en neutralidad, con mi eterno escepticismo, habitando en un ligero hastío que sólo unos pocos estímulos aliviaban.
La primera imagen que tuve de ella ocupó toda la pantalla de mis ojos. Un primer plano en una sala oscura, masificada y sudorosa.
Ma, ni siquiera la humedad, que provenía de la respiración de decenas de cuerpos, me hizo respirar.


Nunca sabré si me presenté bien. No recuerdo mis palabras. Tampoco mis actos; sólo su imagen, su movimiento y su manera de hablar; y, ma, era preciosa; todo ella lo era.
Era hermosa y me hizo sentir que valía la pena estar allí, viviendo ese momento.


Ella parecía dueña de todo su ser; en perfecto control de su cuerpo y sentimiento.
Eso era entereza, ma, ¡qué templanza!. Estaba seguro de que acababa de conocer a una mujer.


O, al menos, eso creí, pues ejerció el poder de la fascinación sobre mí durante toda la noche; y no quería que terminase, pues era tal el sentimiento que mis ojos podrían haber estado toda la noche abiertos a, y, para ella; pero fue mi corazón quien no durmió los días siguientes; trabajando por ella más allá de la noche.

Toda ella me llenaba de innumerables sentimientos, causando en mi cuerpo un cortocircuito de rabia, esperanzas y sueños.
Que se vieron retintados bajo un segundo visionado de ella, en una segunda noche.

Dicen que segundas partes no son buenas, pero no es que fuese mala; sino compleja, llena de contradicciones difíciles de asimilar a ojos de un complejo chico necesitado de amor.
No se si fueron mis ganas de escapar, ma; pero donde vi entereza, ahora veía aburrimiento. Vi, sin saber si estaba siendo engañado por el autosabotaje, a una mujer insípida, sosa y con falta de ánimo.


Esto no me alivió, ma; sino que lo volvió todo más espeso y extraño; más complejo, si cabe.

Me pregunto, ma si se está ejerciendo justicia; si no merezco la consecución de esas esperanzas. Me pregunto si soy sufciente (¿hombre?) para hacer frente a su inmensidad.
Tu me dirás que sí, pues sólo ves en mí bondad y ganas de ser feliz. Pero sé que no ,ma; sé que sólo soy un aspirante más.


Las preguntas me cruzan y atan.
¿Debo insistir, ma? ¿Debo seguir debatiéndome entre el dolor y el intento del olvido?
¿Merece la pena, ma? Aunque, supongo, que la pregunta sería si merezco yo la pena.
¿Merecen esto huesos el amor suyo?

Quizás esté bien así , ma. Quizás es lo conrrecto, y el dolor es la consecuencia del correcto orden del mundo.

Se que voy a seguir caminando sobre el fuego, ma. Entre el dolor y la esperanza. Sé, también, que su imagen seguirá ejerciendo control sobre mí; mi ser.


Seguirá influyendo en mi vida, de tal punto que me verás callado y agachado por el peso que ella ejerce sobre mí.
Me verás rabioso, con los nudillos de colores desiguales; y no quiero que me lo tengas en cuenta.


Dios no lo quiera, pero quizá te grite sin sentido. Quizás esté tan dentro de mí que no te escicje; pero recierda que tú eres el pilar que que sostiene este cuerpo y esta mente perdida.
Porque de lo único que estoy seguro, ahora, es de que te quiero, ma.


A lo pero peco de egoísta; y sólo quiera satisfacer un vacío inherente en mí.
A lo peor peco de idealista, de romántico , y transformo la realidad para crear un mundo en el que merezca la pena vivir, y me imagine siendo el más feliz de los hombres.




Volveré a agarrarme al tiempo y su implacable paso, que siempre ha conseguido aliviar, un poco, la aflicción de mi ser.

No sé por qué, pero quiero ella sea feliz, ma. Quiero que siga sonriendo, aunque yo no esté allí.






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