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martes, 17 de octubre de 2017

LA MÚSICA Y SU LENGUAJE UNIVERSAL: MÁS ALLÁ DE SENTIMIENTOS

Noche atrás, me encontraba tumbado en la cama, sobre las sábanas, y con la única luz de una lámpara entornada hacia la pared.
Escuchaba. de forma directa, una bella composición de Hisaishi para la película Hana-Bi.

Algo tendría que tener, pues los primeros compases me provocaron un calambre que me recorrió toda la cabeza, hasta que mi piel se volvió rugosa, de gallina.

Es algo que pasa de vez en cuando, algo tan hermoso que golpea.
De más joven pensaba que era una enfermedad cerebral y que me iba a explotar la cabeza de escuchar cosas bonitas (nunca me ha pasado con el reggaeton ).
Pero supe, tras buscar sobre el tema, de personas que alcanzaban tal grado de sentimiento ante esto.


Esto es una pasada, la imagen que la música forma en tu cerebro y la reacción que este provoca.
Es curioso, porque no tengo ni puta idea de música. No se tocar ni la flauta, que es lo que dicen todos.

Sólo la escucho, me gusta o no me gusta. Me motiva, me da energía, o me pone en un estado melancólico.




Creo que la música, y sólo la música, trasciende la alta sensibilidad, llevando a todos los mortales a un estado que sobrepasa la barrera de la normalidad emocional.
Todos podrán escuchar la voz de dios en las notas que caen de un piano, o en el violento rasgueo de una guitarra.


Al igual que la danza , la pintura o la escultura, la música se convierte en un idioma universal, que no entiende de caracteres y que no requiere aprendizaje para sentirla.

Me gustaría saber expresarme, a un alto nivel, en cualquiera de estas disciplinas, sobre todo, la música.
Poder transmitir unas lágrimas al golpear un xilófono, o la sensación de frío cortante cuando el agua de un charco se te mete en las zapatillas.


Por supuesto que se puede aprender a tocar un instrumento, a tocar partituras escritas; pero componer es otra cosa. Componer es hablar en un idioma propio; como crear versos o párrafos llenos que den vértigo y, a la vez, ganas de lanzarse en ella.

Tengo amigos que tocan instrumentos, que abrazan la música más allá del mero pasatiempo.
Estos incluso llegan a componer, llegan a comunicarse en ese lenguaje universal que todos comprendemos, pero que sólo unos pocos llegan a la creación.


Esa es su manera de hablar, de escribir. El instrumento en su martillo y su cincel; su pincel y su pluma.
Consiguen, al igual que un poeta que evoca a su más recóndita memoria, llevarnos a un estado que va más allá de la normalidad y la sensibilidad cotidiana.


Siempre hay una música para cada ocasión, y la hay para cada texto, para cada fotografía, cuadro y escultura. El arte es la llave que los mortales, acostumbrados a nadar en un mar insípido y monótono, tenemos para alcanzar los más profundos sentimientos, y dar rienda suelta a nuestra rabia, a nuestro dolor, a nuestro amor; al igual que a nuestra alegría y embriaguez.

Doy gracias a los músicos, por llenar mi cabeza de calambres placenteros, y por acelerarme el corazón sin tener que abandonar esa cama que me sostiene. Gracias de corazón, pues intento seguiros y hacer lo mismo con algún texto, cuando tenga el nivel...
Dios salve a la música.

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