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viernes, 27 de octubre de 2017
GRITO A LA EXISTENCIA
SEÑOR, cacé el sueño cuando todos ya soñaban , y ahora que estoy en pie me doy cuenta de que todos siguen durmiendo bajo la protección de su descanso.
Señor, me dirijo a tí, sin tener claro nada, ni siquiera de que existas. Me dirijo a ti como si fuera el último intento de abrazar el milagro y dar sentido así al devenir de un mundo quieto, en el que sólo me muevo yo , y en el que lo único que tiene sentido es entender que la existencia no tiene sentido.
Hace frío ahí afuera, señor. Hace frío y aún así me dispongo a ser absorbido por la oscuridad que precede al día. Moviéndome en círculos sobre un mar deshabitado en el que pronto se moverán ciento de almas, con la furia que da vivir un día más en la más estricta de las monotonías, que es la vida humana.
Señor, dime, ¿estás ahí?, se que grito al vacío, por si en el lo divino encontrase forma de ser sin ser.
Señor, ¿a qué se debe tanto silencio? Dios, ¿cómo respondes ante el ruido de un corazón que bombea preguntas?
Qué estoy haciendo aquí, Dios mio, qué estoy haciendo en un ciclo vital con fecha de caducidad.
¿De qué soy fruto?¿ Del amor, de la ignorancia, de la inocencia? No, no, Dios, No hay respuesta que alivie la corrupción de mi alma. Porque me he visto en vuelto en el circo de la vida sin estar guiado de la mano de los que me trajeron a este caos, donde me afano por encontrar motivos al sin sentido que impera los pasos que doy.
Señor, tanto si estás como si no, dame las respuestas que precisa el hombre para sacar a delante eso por lo que vive.
¿Cuáles son tus respuestas, Señor? No son besos, pues hace tiempo que mi boca no recibe un tsunami en forma de amor.
No son palabras, pues de mi boca no salen más que susurros que se pierden entre el ruido de la destrucción.
No son caricias, ni abrazos, ni siquiera una luz que indique una dirección que seguir, pues aquí los pasos son oscuros, y de mi boca solo sale el vaho como prueba de que estoy vivo.
¿Lo escuchas, señor? Es el grito de un chico que ansía vivir; que ama la vida tanto como para buscarle el sentido.
¿Lo escuchas? Se trata de un corazón que anhela encontrarte, Dios.
Dime, ¿Te llegan esos gritos? ¿Son claros y precisos? ¿o son un cúmulo de ruido amortiguado y sin coherencia?.
Dentro de mí retumba, tanto que hasta duele.
¿Soy fruto de mis padres? Decidme, vosotros que habitáis la tierra en carne y hueso. ¿Estoy pagando por vuestros pecados? Decidme si la herida de mi vacío es fruto de vuestros actos, hombre y mujer mudos; que no tenéis respuesta para tanta pregunta abisal.
¿Teméis la rabia del hijo? ¿Os avergüenza su incomprensión?
No tenéis palabras para la semilla plantada en la tierra.
Aquí afuera no encuentro los brazos del padre, ni los susurros de la madre.
Fuera, el silencio es plomizo; tanto que llega a pesar, tanto que, de una forma u otra te acompaña ante la falta de respuestas. Siendo el silencio la única respuesta recibida.
¿Por qué no contestáis? Vosotros, que tenéis garganta y os paseáis ante mí como fantasmas que evitan ahondar en la llaga de la existencia, de la que sois responsables.
Me dejasteis al principio de un camino de direcciones múltiples, sin ningún consejo sobre cómo y por dónde avanzar; sabiendo que no se puede uno parar miro atrás de forma constante, como si quisiera llevarme conmigo todas las partes asfaltadas del camino; haciéndome mayor mientras vivía en el pasado.
En algún momento desaparecisteis del camino, padres. ¿Elegisteis un camino diferente sin decírmelo? o, ¿Fui yo quien me perdí?
De repente caigo en el error, Señor. Mis padres no caminan juntos y, si viera desde arriba, como un águila, vería pasos aberrantes y sin sentido, algunos rápidos y largos; mientras que otros cortos, casi sin querer avanzar.
¿Vais a hacer algo? Creo que no.
Señor, ¿me he equivocado con mis padres? o, ¿ellos conmigo? ¿Tienen alguna responsabilidad de mi devenir en el caos de la existencia? ¿Dónde estáis? Vosotros, los culpables de mi existencia, ¿dónde estáis? ¿Por qué no me guiáis ante semejante camino? Me habéis traído a la existencia sin instrucciones, alejado de todo mecanismo y dirección.
¿Dónde está el padre, Dios?
Sigo caminando, Señor, con las manos en los bolsillos y la cabeza lejos de allí. Ni el frío despeja la mente del que camina sobre su propia vida, analizando de forma humana las decisiones tomadas para estar caminando sobre la misma esencia de la individualidad.
¿La compañía, señor? ¿Dices las mujeres? ¿Las que he creído amar, las que he querido o las que me hubiera gustado querer? Qué más dará, señor.
Qué más da, si ninguna de ellas ha traído el consuelo a esta mente inquieta. Aunque, Señor, ¿es esta introversión latente en mí la que ha impedido el triunfo del amor?
Comienza así un leve martirio, casi universal, sobre si lo hice bien con las mujeres que caminaron junto a mí.
¿Era yo quien debía amoldarme a ellas? o ¿ellas a mí? Más bien, ninguna de las dos cosas. Yo no soy tan importante, Dios; nada en comparación con el amor de una mujer.
Un amor que no llega, pero ¿a quién le llega? ¿De verdad hay alguien que viva el amor en su forma más pura? ¿Se puede amar así a una mujer? Señor, ¿Yo podré amar así? Quererla tanto que mi individualidad se desvanezca. Amarla tanto que el existencialismo se aparte y sólo tenga como objetivo amarla, cada día más.
Me pregunto si no es más que una ilusión; algo que sólo existe en el arte. Y sé que mi vida no es una obra de arte, y que nadie atisba belleza en mis pasos.
Pero sigo adelante, pues no puedo hacer otra cosa. Aún miro hacia atrás, con las siluetas de las chicas que creí querer difuminándose y haciéndose más difícil de recordar, hasta que sólo quedan sombras sin nada dentro.
¿Llegará el día en que mire unos ojos de mujer, y sepa con exactitud que todo ha merecido la pena? Eso sí que es una mujer...
Silencio y nada más.
Recorro las calles en las que se atisba el deseo del calor del sol, que debe estar asomándose detrás de los edificios que impiden el encuentro directo con el astro.
Creo escuchar las risas de hombres a lo lejos. Hombres jóvenes que, como yo, han sabido encontrar en el otro la satisfacción de compartir los devenires de la rutina, rompiendo la monotonía en reuniones informales, charlas varoniles y risas que provienen de los más hondo de eso que llaman amistad.
Dios, si hay algo por lo que te tengo que dar las gracias es por los amigos, por el grupo en el que confío.
Es pequeño, señor, y creo que es mejor así. Pues si fueran muchos rebajaría la categoría de amigo al mero colega.
La verdad, no sé que piensan de mi. Ni siquiera sé si yo me muestro, ante ellos, tal y como soy. Espero que sí, Dios. Espero ser yo, y sólo yo, la voz que les habla, y no una mera careta carente de significado, desdibujada por el autoengaño.
Yo creo que sí, que entienden cómo soy, sino de seguro que no se juntarían conmigo. Yo creo que sí, señor, así como yo entiendo sus propias individualidades.
Puedo decir que los necesito, no del modo en que necesito el agua para vivir, sino que los necesito porque son la manera más fácil de quitarme el peso abrumador de la existencia y besar la felicidad.
Pues con ellos hay momentos en los que soy yo el que seduce a la felicidad, llegando a quedarse hipnotizada por la confianza que me dan.
Cuando estoy con ellos, en una perfecta armonía construida a base del tiempo que nos ha dado vivencias, confianza, respeto y cariño, la felicidad quiere yacer conmigo toda la noche. Quiere besar los labios del niño que ríe sin pensar en el caos que rige el mundo.
Quiere besar al chico que habita en la misma chispa de la creación vital; pura energía.
La gente debe de estar despertándose, Señor. Huelo a pan tostado y café recién hecho. Escucho duchas, radios y mis pupilas atisban las tenues luces amarillas de las lámparas de noche.
Soy espectador de la familia.
Eso perdido en el camino; eso carente ya de importancia; eso que rigió mi vida durante los primeros años: la familia.
Eso que ya no sabe dónde habito, ni hacia dónde voy; eso, Señor, que perdió el sentido con la pérdida del amor.
Pero, ¿qué he hecho yo para merecer una familia? y ¿qué han hecho ellos para merecerme? Nada, pero ellos no están en el frío de la mañana, sino que están despejándose con el calor de un café que desciende por su garganta, y que llena sus estómagos.
¿Cuándo perdí la importancia, Señor? Cuándo dejó la familia de ser algo a lo que acudir, a lo que respetar, e , incluso venerar?
El paso del tiempo desgasta hasta las columnas más robustas, dejando al descubierta la debilidad de su estructura.
Eso ha pasado en la familia, Señor, lo que siempre pasa queramos o no, el tiempo.
No podemos culparnos de su paso, pero sí del descuido que debilita y destroza tales monumentos.
Les he visto discutir entre ellos e insultarse a sus espaldas, ¿qué hago entonces? ¿Me río, asiento, discuto? Sigo andando, pues no me queda otra.
Ya empiezan a salir los primeros, esos que acompañan su viaje al trabajo con el frío de la mañana y las tenues luces de unas farolas calientes, que pronto dejarán de acompañarme.
Van solos, señor, pero no en su cabeza no cabe la angustia del caos.
Van solos, señor, pero no hay martirio, sino el leve problema de afrontar un día más, sin caer en la desesperación de juzgar la propia existencia.
Me pregunto si serán seres individuales. Seres que habiten dentro de sí más que fuera. Seres que, como yo, su vida sea más ancha por dentro y sólo la confianza te permita sacar a fuera el inmenso abanico de vida que llevan dentro.
Me pregunto, Dios, si esta individualidad mía no es sino el problema.
De que me ha servido ser un ser que sólo crea en la subjetividad individual.
Creo que me he zambullido tanto en la existencia que me estoy ahogando. Por más que intente salir de esas aguas, ellas me superan, sin dejarme tomar aire.
Esto mismo lo han sentido miles de hombres, que no obtuvieron respuesta, pues no hay preguntas ante la vida, sino la aceptación de un caos sin sentido.
Soren lo dijo así:
"Mi silencio cómplice , mi vida ha sido llevado hasta el extremo. Me asquea la existencia. Es insípida, sin sal ni sentido.
Uno clava el dedo en la tierra para percibir en qué país está, pero hunde el dedo en la existencia y no huele a nada.
¿Dónde estoy? ¿Qué quiere decir mundo? ¿Quién me ha introducido en todo esto y me ha dejado abandonado aquí? ¿Quién soy yo?"
Las mismas preguntas una y otra vez. ¿Quién soy yo, padre? Sino nada.
Un chico, que ya no lo es, sin ninguna capacidad productiva para el mundo en el que vivimos. Un chico sin guía, sin mujer y sin ambiciones, saltando de un estado a otro, e intentando creer que cada experiencia vivida es lo que da sentido al caos.
Al igual que los hombres me pregunto a quién debo acudir con esta reclamación.
Y muchos de ellos me preguntarán qué gano con todo esto. Otra pregunta sin respuesta. No lo puedo evitar. Si eso no responde a vuestras cuestiones, bienvenidos a la incomprensión.
El camino se antoja difícil de elegir. A mi derecha tengo las calles estrechas y antiguas que inundan el centro; a mi izquierda tengo la amplitud de las nuevas aceras que aún se ven limpias, puesto que las pisadas aún no han ennegrecido su superficie.
¿Qué elegir? Siempre la misma angustia de la libertad de elección.
¿Es esto libertad? ¡Cuánto me gustaría, Dios mío, abrazar el milagro y pensar que el futuro está más allá, y que siempre será mejor que todo lo terrenal!.
Aquí es donde se cruza el esfuerzo con los deseos, dejando postales hermosas de hombres de éxito. Pero también donde se ve la desgana, la mala suerte y los altibajos de la vida; mostrándonos a hombres fracasados, cuya ilusión se perdió sin saber cómo.
Voy directo a lo último, deseando encontrar una ilusión, un propósito por el que entender mi posición en el mundo y mi papel en él.
Un día más señor, con el sol iluminando mi cara. Un día más, pero que no te quepa duda que ansío vivir, pues busco la comprensión y el sentido, pues, como un iluso más, mantengo la esperanza .
martes, 24 de octubre de 2017
LOS OJOS
Desde antiguo se viene diciendo que los ojos son la ventana del alma y que, a través de ellos, el mundo se dibuja de forma individual para cada uno de nosotros.
Desde pequeño he estado orgulloso de mis ojos, a pesar de tener miopía y astigmatismo; teniéndolos que ocultar bajo diferentes gafas desde que tengo cinco o seis años.
Aún me veo acercándome a la pizarra, durante la realización de las primeras cuentas, para poder ver con claridad los números escritos con tiza en ella.
No sé qué les verán, pero a la gente les gusta. Van las chicas y dicen que son bonitos, que son verdes. No se dan cuenta de que son marrones como la castaña, pero mientras cuele verdes que son.
No son de un único color, están veteados por trazas que van desde el verde de un kiwi hasta el marrón de un roble.
Si llevas gafas desde que eras pequeñín, como es mi caso, te habrá costado dejar esas monturas que tantos quebraderos de cabeza te han dado. Ya no eras el gordo de la clase, ahora también eras el gafotas.
Preguntadle a los chavales cabroncetes por qué debía de sacar buenas notas si llevaba gafas. Sí... gordo, con gafas, y encima con notas que elevarían a Bart Simpson a la categoría de buen estudiante.
Cuando eres pequeño te acaba sudando la polla todos los comentarios, ya que estás más pendiente del Mario Kart y de que no te saquen de la Senda Arcoiris.
Sin embargo, algo se produce con la llegada a la adolescencia, y no hablo de encerrarse en el baño con el ordenador (ahora los chicos lo tienen muy fácil con móviles con internet), no.
Hablo de que uno empieza un proceso de agilipollización, por el que te empiezas a cuestionar tu físico. Empiezas a juzgar el modo en que la naturaleza te ha formado, y crees que puedes dejar de ser feo con algún tipo de remedio mágico.
Uno de estos (falsos) trucos de magia es decir adiós a las gafas y afrontar la batalla con las lentes de contacto.
En esa guerra por el control de mis ojos, salí derrotado en las primeras batallas con más de una lágrima por escozor.
¡Qué difícil es ponerse esa mierdecita de nada en el ojo!
Aún recuerdo al oculista cagándose en mi vida: " ¡Pero, joder, niño, que no lo cierres te dijo! ¡No te toques, te he dicho que no te toques!"
Por aquel tiempo yo era un experto en tocarme otra cosa, pero con el tiempo cogí práctica y alcancé la maestría de ponerme la silicona en los ojos.
"Uiii qué cambiado estás" "Estás mucho mejor así" "Qué guapo".
Cabronas... Soy la misma puta persona que con gafas, podéis seguir tratándome como si no existiera.
El caso es que usaba tanto las lentillas, que la gente a la que conozco de unos pocos años ni siquiera sabía de mi historial como gafotas.
Creo que llegué a depender de ellas, sintiéndome inferior y cohibido cuando salía con las gafas puestas.
Sí, pecaba de gilipollas, pero de gilipollas de libro. No sé, pero supongo que esto le pasa a mucha gente. Como si con lentillas te creciera la polla o algo así. Como si tuvieses un imán para el sexo opuesto... El resultado es el mismo: sigues solo pero con menos dinero, ya que las lentillas se pagan bien.
Este verano empecé a notar las primeras molestias, sobre todo en el ojo derecho, el que uso para guiñar y parecer más gilipollas.
Creía que era porque la lentilla se secaba demasiado rápido, pero al cambiar volvía a pasar lo mismo.
Más de un paseo se convirtió en tortura por el esa molestia.
Recuerdo una noche , a las tres de la mañana, volviendo a casa tras despedirme de un amigo... fue bizarro, veía a los colgados y borrachos como si estuviesen partidos por la mitad,y las luces de las farolas y los coches explotaban como fuegos artificiales.
También recuerdo que vi en casa de otro colega una película mientras la lentilla hacía de las suyas, sin embargo estaba tan embobado viendo como Asterix pasaba unas pruebas random que se me olvidó el dolor, hasta que en la pantalla apareció "FIN".
Hice lo máximo que me dio el intelecto; acudí a la óptica exigiendo lentillas diarias.
La mujer óptica (la que trabaja en la óptica, es que no sé cómo se dice), se empeñó en que debía realizarme una revisión.
Aún recuerdo mis palabras al salir de allí: "Cuidao con la tía esta, con lo fácil que es encasquetarme unas lentillas diarias y cobrarme por ellas".
Volví al día siguiente. "Buenas, aquí vuestra amiga se empeñó en que tengo que tener algo chungo y he venio para que se vea que no tengo na".
Tras una hora de pruebas ya estaba haciéndome a la idea de que no iba a poder ponerme lentillas en mucho tiempo.
Recuerdo cuando me vio el párpado, por dentro: "Pufff".
Ese "Pufff" fue un golpe seco a mi ego. De tanto ponerme las lentillas me había irritado tanto el párpado que su superficie ya no era lisa, y por ello rozaba la lentilla y la movía.
Dí las gracias, en especial a la mujer que se empeñó en que me hiciera una revisión.
Le tuve que decir algo como "Muchas gracias por insistir", pero por dentro estaba pensando: "Perdone por ser tan gilipollas y cagarme en usted. De ahora en adelante sólo me cagaré en mi vida. Si me disculpa, me está esperando en casa un bonito lazo con el que suicidarme".
Y es que, empezó un duelo propio de mi imbecilidad. En el fondo sabía que era una gilipollez, pues todos los que conozco que lleven gafas, al menos, aparentan tener una vida bastante buena.
Recuerdo que dije a mi madre : "Foh ma, tres meses sin follar"; a lo que ella respondió en silencio: "Tres meses más, querrás decir".
El tiempo dio la razón al sentido común , y fui reconciliándome con las gafas.
"Te quedan bien" "Son muy chulas" "Te dan un toque intelectual (que no tienes)".
Tiene cojones, antes era un adefesio, pero ahora me quedan bien...
"Ya no tienes que abrir la boca para parecer listo" Vaya... gracias, supongo.
Llevar gafas y descansar de lentillas no iba a curarme el estropicio que me había hecho en el ojo, por lo que debía visitar a un oculista más temprano que tarde.
Así fue como acudí para que me mandase un colorio o alguna mariconada de esas, y terminé saliendo cinco horas después, drogado, trastornado y más pálido que la Vírgen de las Angustias.
Confieso que los precedentes de mi visita no eran los óptimos.
Había salido con mis amigos la noche de antes y , tonto de mí, confié en mi gran capacidad para resistir el cansancio.
Serían las cuatro y media cuando me acosté y recuerdo que a las ocho y pico le estaba escribiendo un mensaje a uno de ellos: "Estoy más fresco que un pino de Asturias, si necesitas algo aquí estoy".
Vaya iluso, señores. A las pocas horas estaba que no podía respirar sin lamentarme de mi propia existencia.
Yo quería pasar un viernes tranquilo, escuchando música de Sam Cooke, leyendo cómics y tomando café; pero me lo pasé sudando hielo, escupiendo el corazón por la boca y haciendo gala de un don único en cagarme en mi puta suerte.
Entré acompañado de mi madre a la consulta, donde un joven de larga barba me esperaba con una sonrisita que avisaba lo que estaba por venir.
"Dígame, que le pasa".
"Verá, acudía a la óptica, pues tenía molestias en el ojo derecho a la hora de estar con lentillas. Me vieron el párpado y"
"¡Mal, joder, mira que les he enviado cartas a las ópticas coño, que no pueden tocar los ojos!".
"Bueno ella lo hizo por mi"
"¿Quién es ella?"
"Es que le tengo mucho"
"Bueno, bueno , vamos a mirártelo".
Me lo miró y sí, realizó el mismo diagnóstico que la trabajadora de la óptica.
"Te voy a enviar unos colirios".
Yo ya estaba pensando en sacar el coche del parking, pero el hombre tenía que hacer muestras de su poderío medico.
" Ya que estás aquí te voy a revisar bien".
"Buno, venga, si hoy no tenía na pensao"
Lo primero el dibujo de la casita y, tras esto, las letras en la pizarra.
"Esto no te lo hacen en la óptica, porque no te pueden tocar los ojos. Que lo sepas, que no te los pueden tocar"
Lección aprendida, te pueden tocar los cojones pero los ojos no.
Me echa colirio y se saca un maquinote con una pequeña bolita terminada en punta.
"Esto no es nada"
"Tío, Ángel, este tío te ha metio una aguja en el ojo o qué cojones.
Vaya que si te la ha metio".
Claro, el tío no avisa, si lo hubiese salido le estampo el perforador ocular en los dientes.
"Hermano, que viene hacia el otro".
Tras eso coge, de forma drástica, el colirio y me empapa los ojos, que sentían un escozor propio de la violación recibida.
"Es normal que te impresiones".
Y tanto. Me empecé a marear. un sudor frío empezó a recorrerme la frente, y las fuerzas se me fueron, así como la vista.
Creo recordar las palabras del oftalmólogo antes de que me desmayase.
"Es un síncope vasovagal. Encaja con el perfil: varón gilipollas de entre 20 y 35 años".
Tras eso estaba en una silla de ruedas con suero entrándome por la vena más abultada que he visto.
Tras una hora y media en una camilla, rodeado de gente delirando, salí con las pupilas más dilatadas que una noche de desenfreno.
"Joder, mamá ¿dónde coño estás?". No sabía dónde estaba mi madre, y por más que la llamara y enviara mensajes ella no respondía.
Yo preguntaba a los enfermeros, pero ni idea tenían.
Me estaba poniéndo nervioso, y más cuando escuche la respuesta del médico que me firmó el alta: "¿Estás seguro de que venías acompañado?"
Venga, puedo ser gilipollas, pero no estoy loco... creo.
Otra hora esperando a que el oftalmólogo hiciese acto de aparición.
"¡Oye dónde está mi madre, quiero irme !"
"Pero si todavía no hemos terminado, te tengo que recetar los medicamentos".
Sí, los medicamento que me podía haber recetado sin necesidad dejarme las pupilas como platos y la vena tapada por esparadrapo.
"A tu madre no le habrán dicho que has salido de urgencias. Ya sabes, un error típico".
Otra media hora para que el oftalmólogo regresase con mi madre.
"Hijo, no cogí el móvil, porque para qué lo iba a necesitar"
"Claro, mamá".
"Oye chico, te has puesto muy nervioso por lo de tu madre, te vamos a poner una cosa, espera un rato más a que venga el enfermero"
Tras un valium intravenoso pude salir, con los ojos negros y tambaleándome del sueño.
Dejándo atrás la anécdota, creo que, poco a poco, me voy reconciliando con las gafas.
No sé, no me quedan tan mal; y me quito del rollazo de quitarme las lentillas al llegar a casa. Además, si no le gustan a los demás, qué más da, la vida va a seguir igual; y la salud de mis ojos es más importante que poder lucirlos sin cristales.
jueves, 19 de octubre de 2017
CARTAS A UNA MADRE: ¿ES ESTO AMOR?
"La imagen de ella asaltaba la mente de un chico desquiciado por la semilla sembrada en su interior"
La rabia me quema y duele, ma. Duele; duele el no poder sino imaginarla en mi cabeza, si saber, si quiera, si he dibujado bien sus rasgos.
Y, estoy seguro que me dejo alguna curva y el color de su piel no sea el real; y, aún así, me gusta de todas las formas posibles.
Me gusta, ma; me gusta y siento el mar de sentimientos de la semilla que empieza a crecer.
Ma, te contaré cómo se preparó la tierra y la semilla se introdujo en mí, sin que yo pudiera controlar la avalancha que llega a ahogar mi propio ser.
Convivía, en neutralidad, con mi eterno escepticismo, habitando en un ligero hastío que sólo unos pocos estímulos aliviaban.
La primera imagen que tuve de ella ocupó toda la pantalla de mis ojos. Un primer plano en una sala oscura, masificada y sudorosa.
Ma, ni siquiera la humedad, que provenía de la respiración de decenas de cuerpos, me hizo respirar.
Nunca sabré si me presenté bien. No recuerdo mis palabras. Tampoco mis actos; sólo su imagen, su movimiento y su manera de hablar; y, ma, era preciosa; todo ella lo era.
Era hermosa y me hizo sentir que valía la pena estar allí, viviendo ese momento.
Ella parecía dueña de todo su ser; en perfecto control de su cuerpo y sentimiento.
Eso era entereza, ma, ¡qué templanza!. Estaba seguro de que acababa de conocer a una mujer.
O, al menos, eso creí, pues ejerció el poder de la fascinación sobre mí durante toda la noche; y no quería que terminase, pues era tal el sentimiento que mis ojos podrían haber estado toda la noche abiertos a, y, para ella; pero fue mi corazón quien no durmió los días siguientes; trabajando por ella más allá de la noche.
Toda ella me llenaba de innumerables sentimientos, causando en mi cuerpo un cortocircuito de rabia, esperanzas y sueños.
Que se vieron retintados bajo un segundo visionado de ella, en una segunda noche.
Dicen que segundas partes no son buenas, pero no es que fuese mala; sino compleja, llena de contradicciones difíciles de asimilar a ojos de un complejo chico necesitado de amor.
No se si fueron mis ganas de escapar, ma; pero donde vi entereza, ahora veía aburrimiento. Vi, sin saber si estaba siendo engañado por el autosabotaje, a una mujer insípida, sosa y con falta de ánimo.
Esto no me alivió, ma; sino que lo volvió todo más espeso y extraño; más complejo, si cabe.
Me pregunto, ma si se está ejerciendo justicia; si no merezco la consecución de esas esperanzas. Me pregunto si soy sufciente (¿hombre?) para hacer frente a su inmensidad.
Tu me dirás que sí, pues sólo ves en mí bondad y ganas de ser feliz. Pero sé que no ,ma; sé que sólo soy un aspirante más.
Las preguntas me cruzan y atan.
¿Debo insistir, ma? ¿Debo seguir debatiéndome entre el dolor y el intento del olvido?
¿Merece la pena, ma? Aunque, supongo, que la pregunta sería si merezco yo la pena.
¿Merecen esto huesos el amor suyo?
Quizás esté bien así , ma. Quizás es lo conrrecto, y el dolor es la consecuencia del correcto orden del mundo.
Se que voy a seguir caminando sobre el fuego, ma. Entre el dolor y la esperanza. Sé, también, que su imagen seguirá ejerciendo control sobre mí; mi ser.
Seguirá influyendo en mi vida, de tal punto que me verás callado y agachado por el peso que ella ejerce sobre mí.
Me verás rabioso, con los nudillos de colores desiguales; y no quiero que me lo tengas en cuenta.
Dios no lo quiera, pero quizá te grite sin sentido. Quizás esté tan dentro de mí que no te escicje; pero recierda que tú eres el pilar que que sostiene este cuerpo y esta mente perdida.
Porque de lo único que estoy seguro, ahora, es de que te quiero, ma.
A lo pero peco de egoísta; y sólo quiera satisfacer un vacío inherente en mí.
A lo peor peco de idealista, de romántico , y transformo la realidad para crear un mundo en el que merezca la pena vivir, y me imagine siendo el más feliz de los hombres.
Volveré a agarrarme al tiempo y su implacable paso, que siempre ha conseguido aliviar, un poco, la aflicción de mi ser.
No sé por qué, pero quiero ella sea feliz, ma. Quiero que siga sonriendo, aunque yo no esté allí.
La rabia me quema y duele, ma. Duele; duele el no poder sino imaginarla en mi cabeza, si saber, si quiera, si he dibujado bien sus rasgos.
Y, estoy seguro que me dejo alguna curva y el color de su piel no sea el real; y, aún así, me gusta de todas las formas posibles.
Me gusta, ma; me gusta y siento el mar de sentimientos de la semilla que empieza a crecer.
Ma, te contaré cómo se preparó la tierra y la semilla se introdujo en mí, sin que yo pudiera controlar la avalancha que llega a ahogar mi propio ser.
Convivía, en neutralidad, con mi eterno escepticismo, habitando en un ligero hastío que sólo unos pocos estímulos aliviaban.
La primera imagen que tuve de ella ocupó toda la pantalla de mis ojos. Un primer plano en una sala oscura, masificada y sudorosa.
Ma, ni siquiera la humedad, que provenía de la respiración de decenas de cuerpos, me hizo respirar.
Nunca sabré si me presenté bien. No recuerdo mis palabras. Tampoco mis actos; sólo su imagen, su movimiento y su manera de hablar; y, ma, era preciosa; todo ella lo era.
Era hermosa y me hizo sentir que valía la pena estar allí, viviendo ese momento.
Ella parecía dueña de todo su ser; en perfecto control de su cuerpo y sentimiento.
Eso era entereza, ma, ¡qué templanza!. Estaba seguro de que acababa de conocer a una mujer.
O, al menos, eso creí, pues ejerció el poder de la fascinación sobre mí durante toda la noche; y no quería que terminase, pues era tal el sentimiento que mis ojos podrían haber estado toda la noche abiertos a, y, para ella; pero fue mi corazón quien no durmió los días siguientes; trabajando por ella más allá de la noche.
Toda ella me llenaba de innumerables sentimientos, causando en mi cuerpo un cortocircuito de rabia, esperanzas y sueños.
Que se vieron retintados bajo un segundo visionado de ella, en una segunda noche.
Dicen que segundas partes no son buenas, pero no es que fuese mala; sino compleja, llena de contradicciones difíciles de asimilar a ojos de un complejo chico necesitado de amor.
No se si fueron mis ganas de escapar, ma; pero donde vi entereza, ahora veía aburrimiento. Vi, sin saber si estaba siendo engañado por el autosabotaje, a una mujer insípida, sosa y con falta de ánimo.
Esto no me alivió, ma; sino que lo volvió todo más espeso y extraño; más complejo, si cabe.
Me pregunto, ma si se está ejerciendo justicia; si no merezco la consecución de esas esperanzas. Me pregunto si soy sufciente (¿hombre?) para hacer frente a su inmensidad.
Tu me dirás que sí, pues sólo ves en mí bondad y ganas de ser feliz. Pero sé que no ,ma; sé que sólo soy un aspirante más.
Las preguntas me cruzan y atan.
¿Debo insistir, ma? ¿Debo seguir debatiéndome entre el dolor y el intento del olvido?
¿Merece la pena, ma? Aunque, supongo, que la pregunta sería si merezco yo la pena.
¿Merecen esto huesos el amor suyo?
Quizás esté bien así , ma. Quizás es lo conrrecto, y el dolor es la consecuencia del correcto orden del mundo.
Se que voy a seguir caminando sobre el fuego, ma. Entre el dolor y la esperanza. Sé, también, que su imagen seguirá ejerciendo control sobre mí; mi ser.
Seguirá influyendo en mi vida, de tal punto que me verás callado y agachado por el peso que ella ejerce sobre mí.
Me verás rabioso, con los nudillos de colores desiguales; y no quiero que me lo tengas en cuenta.
Dios no lo quiera, pero quizá te grite sin sentido. Quizás esté tan dentro de mí que no te escicje; pero recierda que tú eres el pilar que que sostiene este cuerpo y esta mente perdida.
Porque de lo único que estoy seguro, ahora, es de que te quiero, ma.
A lo pero peco de egoísta; y sólo quiera satisfacer un vacío inherente en mí.
A lo peor peco de idealista, de romántico , y transformo la realidad para crear un mundo en el que merezca la pena vivir, y me imagine siendo el más feliz de los hombres.
No sé por qué, pero quiero ella sea feliz, ma. Quiero que siga sonriendo, aunque yo no esté allí.
martes, 17 de octubre de 2017
LA MÚSICA Y SU LENGUAJE UNIVERSAL: MÁS ALLÁ DE SENTIMIENTOS
Noche atrás, me encontraba tumbado en la cama, sobre las sábanas, y con la única luz de una lámpara entornada hacia la pared.
Escuchaba. de forma directa, una bella composición de Hisaishi para la película Hana-Bi.
Algo tendría que tener, pues los primeros compases me provocaron un calambre que me recorrió toda la cabeza, hasta que mi piel se volvió rugosa, de gallina.
Es algo que pasa de vez en cuando, algo tan hermoso que golpea.
De más joven pensaba que era una enfermedad cerebral y que me iba a explotar la cabeza de escuchar cosas bonitas (nunca me ha pasado con el reggaeton ).
Pero supe, tras buscar sobre el tema, de personas que alcanzaban tal grado de sentimiento ante esto.
Esto es una pasada, la imagen que la música forma en tu cerebro y la reacción que este provoca.
Es curioso, porque no tengo ni puta idea de música. No se tocar ni la flauta, que es lo que dicen todos.
Sólo la escucho, me gusta o no me gusta. Me motiva, me da energía, o me pone en un estado melancólico.
Creo que la música, y sólo la música, trasciende la alta sensibilidad, llevando a todos los mortales a un estado que sobrepasa la barrera de la normalidad emocional.
Todos podrán escuchar la voz de dios en las notas que caen de un piano, o en el violento rasgueo de una guitarra.
Al igual que la danza , la pintura o la escultura, la música se convierte en un idioma universal, que no entiende de caracteres y que no requiere aprendizaje para sentirla.
Me gustaría saber expresarme, a un alto nivel, en cualquiera de estas disciplinas, sobre todo, la música.
Poder transmitir unas lágrimas al golpear un xilófono, o la sensación de frío cortante cuando el agua de un charco se te mete en las zapatillas.
Por supuesto que se puede aprender a tocar un instrumento, a tocar partituras escritas; pero componer es otra cosa. Componer es hablar en un idioma propio; como crear versos o párrafos llenos que den vértigo y, a la vez, ganas de lanzarse en ella.
Tengo amigos que tocan instrumentos, que abrazan la música más allá del mero pasatiempo.
Estos incluso llegan a componer, llegan a comunicarse en ese lenguaje universal que todos comprendemos, pero que sólo unos pocos llegan a la creación.
Esa es su manera de hablar, de escribir. El instrumento en su martillo y su cincel; su pincel y su pluma.
Consiguen, al igual que un poeta que evoca a su más recóndita memoria, llevarnos a un estado que va más allá de la normalidad y la sensibilidad cotidiana.
Siempre hay una música para cada ocasión, y la hay para cada texto, para cada fotografía, cuadro y escultura. El arte es la llave que los mortales, acostumbrados a nadar en un mar insípido y monótono, tenemos para alcanzar los más profundos sentimientos, y dar rienda suelta a nuestra rabia, a nuestro dolor, a nuestro amor; al igual que a nuestra alegría y embriaguez.
Doy gracias a los músicos, por llenar mi cabeza de calambres placenteros, y por acelerarme el corazón sin tener que abandonar esa cama que me sostiene. Gracias de corazón, pues intento seguiros y hacer lo mismo con algún texto, cuando tenga el nivel...
Dios salve a la música.
Escuchaba. de forma directa, una bella composición de Hisaishi para la película Hana-Bi.
Algo tendría que tener, pues los primeros compases me provocaron un calambre que me recorrió toda la cabeza, hasta que mi piel se volvió rugosa, de gallina.
Es algo que pasa de vez en cuando, algo tan hermoso que golpea.
De más joven pensaba que era una enfermedad cerebral y que me iba a explotar la cabeza de escuchar cosas bonitas (nunca me ha pasado con el reggaeton ).
Pero supe, tras buscar sobre el tema, de personas que alcanzaban tal grado de sentimiento ante esto.
Esto es una pasada, la imagen que la música forma en tu cerebro y la reacción que este provoca.
Es curioso, porque no tengo ni puta idea de música. No se tocar ni la flauta, que es lo que dicen todos.
Sólo la escucho, me gusta o no me gusta. Me motiva, me da energía, o me pone en un estado melancólico.
Creo que la música, y sólo la música, trasciende la alta sensibilidad, llevando a todos los mortales a un estado que sobrepasa la barrera de la normalidad emocional.
Todos podrán escuchar la voz de dios en las notas que caen de un piano, o en el violento rasgueo de una guitarra.
Al igual que la danza , la pintura o la escultura, la música se convierte en un idioma universal, que no entiende de caracteres y que no requiere aprendizaje para sentirla.
Me gustaría saber expresarme, a un alto nivel, en cualquiera de estas disciplinas, sobre todo, la música.
Poder transmitir unas lágrimas al golpear un xilófono, o la sensación de frío cortante cuando el agua de un charco se te mete en las zapatillas.
Por supuesto que se puede aprender a tocar un instrumento, a tocar partituras escritas; pero componer es otra cosa. Componer es hablar en un idioma propio; como crear versos o párrafos llenos que den vértigo y, a la vez, ganas de lanzarse en ella.
Tengo amigos que tocan instrumentos, que abrazan la música más allá del mero pasatiempo.
Estos incluso llegan a componer, llegan a comunicarse en ese lenguaje universal que todos comprendemos, pero que sólo unos pocos llegan a la creación.
Esa es su manera de hablar, de escribir. El instrumento en su martillo y su cincel; su pincel y su pluma.
Consiguen, al igual que un poeta que evoca a su más recóndita memoria, llevarnos a un estado que va más allá de la normalidad y la sensibilidad cotidiana.
Siempre hay una música para cada ocasión, y la hay para cada texto, para cada fotografía, cuadro y escultura. El arte es la llave que los mortales, acostumbrados a nadar en un mar insípido y monótono, tenemos para alcanzar los más profundos sentimientos, y dar rienda suelta a nuestra rabia, a nuestro dolor, a nuestro amor; al igual que a nuestra alegría y embriaguez.
Doy gracias a los músicos, por llenar mi cabeza de calambres placenteros, y por acelerarme el corazón sin tener que abandonar esa cama que me sostiene. Gracias de corazón, pues intento seguiros y hacer lo mismo con algún texto, cuando tenga el nivel...
Dios salve a la música.
domingo, 15 de octubre de 2017
EL HUMOR
- Tome en serio lo que es digno, y ríase de lo demás.
- Usted ha de acostumbrarse a la vida y ha de aprender a reír.
"El lobo esteperio" (1927) Hermann Hesse.
Muchas veces me preguntan por qué cito tanto "El lobo estepario". Siempre termino llegando a estas frases, con las que Hermann Hesse daba final a uno de los libros más influyentes del siglo XX.
90 años han pasado desde que el libro fue publicado, y sigue siendo una de las lecturas más modernas a la que me lanzo de vez en cuando.
Es verdad que hay que echarle valor para adentrarse en la historia. Como bien escribió Hesse: "Solo para locos"; "No para cualquiera".
La historia, en sí, es bien fácil de entender: un pibe, amargado con la vida que lleva, aprende a vivir con la ayuda de una tía que está muy buena, y un saxofonista gay.
Sin embargo, la historia, que apriori es fácil de entender, conlleva un salto de fe del lector: "Cuesta la razón".
La realidad se transforma, y todo parece estar dirigido para que el protagonista cambie su concepción de la vida.
- Ha comprendido la desesperanza de la vida humana: la grandiosidad del momento y su miserable marchitarse.
- A nosotros los inmortales no nos gusta que se nos tome en serio, nos gusta la broma.
- Me necesitas para aprender a bailar, para aprender a reír, para aprender a vivir.
Todo un libro, pesado y difícil de leer, para llegar a esto: No te tomes las cosas tan enserio, aprende a reír.
El sentido del humor se convierte en la salvación del hombre; en la manera que tiene el individuo de luchar contra su angustia y su desesperación individual.
Pensad en Kierkegaard, Sócrates o Schopenhauer... vale, nadie los ha leído, pero pensad que eran unos hombres que no aceptaban las normas de su tiempo, que sufrían desde el primer instante en que empezaban a debatirse, en su fuero interno, la vida que llevaban.
Llevaban un camino directo a la amargura, sin embargo, todos coincidían en una cosa, en el uso del sentido del humor para aceptar la vida que llevaban, el mundo en que vivían. Se convirtieron, así, en los hombres más divertidos de su tiempo. De hecho, Soren Kierkegaard, un hombre que debería ser la amargura personificada, era el alma de las fiestas de Copenhague. No había danés más profundo, desesperado y, a la vez, divertido que ese hombre con un tupé de escándalo.
Con esta introducción quería llevaros de la mano a un mundo donde la ironía, el sarcasmo y la burla imperan.
De como yo, este que escribe, se tornó en un hombre habituado a usar el humor como arma ante un mundo abrumador, aburrido y sin sentido.
De como yo, este que escribe, se tornó en un hombre habituado a usar el humor como arma ante un mundo abrumador, aburrido y sin sentido.
EL AUTOATAQUE
Quien me conozca un poco y haya tenido la mala suerte de hablar conmigo, se habrá dado cuenta que soy muy dado a insultarme a mi mismo.
Esto requiere práctica. No es fácil cagarse en la vida de uno mismo, pero ya me sale sólo. De hecho, podría decirse que soy un maestro en esto.
Empecemos con un poco de existencialismo, futuros humoristas de la vida. Lo primero es aceptar quiénes somos, por nosotros mismos. Es decir, atreverse a mirarse en el espejo y ver en él a la persona que somos, aceptándola, mientras hacemos frente al miedo que nos impide ser lo que queremos ser.
Ese miedo nos anulará muchas veces. El miedo a lo desconocido, al fracaso. Pero la vida fluye hacia delante y, aunque nosotros intentemos comprenderla desde el pasado, nos hacemos viejos y debemos lidiar con lo que vendrá.
El futuro es incierto, y nuestra liberta nos lleva a la angustia de decidir qué queremos ser.
Si queremos ser ese hombre que se ríe de la vida, debemos escoger por nosotros mismos quién queremos ser. Zambullirse en nuestro fuero interno y decidir nuestro camino cada día, sin temer al fracaso, aceptando el porvenir.
El siguiente paso, de todos ellos, queridos lobos esteparios, es aceptar que no somos el centro del mundo. Aceptar que, en este instante, nadie está pensando en nosotros; que a nadie le importa lo que estemos haciendo.
Esto suena triste, pero os quitará mucho peso de encima: el qué dirán y el actuar conforme a los demás quieren, mandan en nuestro mundo, un mundo que ya es jodido de por sí y, que con estas imposiciones, volvemos más difícil aún.
Una vez hagamos esto, nos sentiremos más libres, pero a la vez más perdidos en un mar estético, donde es fácil caer en el placer y la desesperación del vacío de no ser nosotros mismos.
Ese miedo nos anulará muchas veces. El miedo a lo desconocido, al fracaso. Pero la vida fluye hacia delante y, aunque nosotros intentemos comprenderla desde el pasado, nos hacemos viejos y debemos lidiar con lo que vendrá.
El futuro es incierto, y nuestra liberta nos lleva a la angustia de decidir qué queremos ser.
Si queremos ser ese hombre que se ríe de la vida, debemos escoger por nosotros mismos quién queremos ser. Zambullirse en nuestro fuero interno y decidir nuestro camino cada día, sin temer al fracaso, aceptando el porvenir.
El siguiente paso, de todos ellos, queridos lobos esteparios, es aceptar que no somos el centro del mundo. Aceptar que, en este instante, nadie está pensando en nosotros; que a nadie le importa lo que estemos haciendo.
Esto suena triste, pero os quitará mucho peso de encima: el qué dirán y el actuar conforme a los demás quieren, mandan en nuestro mundo, un mundo que ya es jodido de por sí y, que con estas imposiciones, volvemos más difícil aún.
Una vez hagamos esto, nos sentiremos más libres, pero a la vez más perdidos en un mar estético, donde es fácil caer en el placer y la desesperación del vacío de no ser nosotros mismos.
APRENDER A BAILAR, A VIVIR
En la novela, el personaje de Armanda es la encargada de enseñar a vivir al protagonista, sacarlo de la desesperación en que se encuentra, de enseñarlo a bailar y a reír.
Es la que le guiará en esa búsqueda hacia la felicidad que le parece imposible.
No os contaré el final de la bella Armanda, pues os podría traumatizar; pero, al menos lo interpreto así, Armanda libera a Harry de la seriedad del mundo. Lo libera de las reticencias sociales y del qué dirán y lo lanza a un infinito mundo de posibilidades que podría haber vivido: las chicas a las que podría haber amado, y una cantidad, casi ilimitada de posibilidades.
Pensad en todas las personas que podríamos haber conocido, en todas las actividades que podríamos haber probado, y en todos los países que no hemos visitado, por el miedo a lo desconocido y al qué dirán. Por el miedo a tomarse la vida demasiado en serio.
LA MAGIA DEL HUMOR
Usar el humor como tratamiento ante la incertidumbre de la vida, me ha librado de muchos momentos en los que la desesperación hubiera arrancado gran parte de mi energía y de mi felicidad.
Imaginad un mundo lleno de serios. Sería una mierda. Además una mierda sin sentido, pues la vida no tiene sentido y, mucho menos, el de ser serio.
El único sentido que le puede sacar uno a la vida, es el de vivir conforme a lo que somos, a lo que nos hace estar agusto con nosotros mismo, y ahí no cabe la seriedad, no cabe el qué dirá y, mucho menos, egocentrismo.
Uno de los puntos más interesantes del final de "El lobo estepario" es ver las infinitas posibilidades que podría haber tenido Harry Haller, el protagonista, con las mujeres de su vida.
Se podía ver enamorando a todas las mujeres con las que podría haber hablado, etc.
Creedme, soy un peso pesado en la imaginación de otras realidades, de abrir una puerta hacia otras posibilidades, que coquetean con el absurdo, lo irónico y lo obsceno.
La realidad puede ser muy aburrida, agobiante y cruel, así que, de vez en cuando, hay que imaginar otras realidades que le den a esta un toque que la haga más digerible.
No sé vosotros, pero siempre que me voy al médico o a algún lugar donde alguien recoja notas sobre mí, me lo imagino realizando el siguiente ritual:
Llega a casa, coge el paquete de folios, escritos, ese día y de forma aleatoria saca uno al azar(Siempre es el mío).
Acontinuación, se enrolla la polla con el folio y se masturba hasta gritar basta.
Esta imagen, esta forma tan extraordinaria de decir "me la sudan tus problemas", me sirven más que sus recomendaciones.
Luego está la del profesor luchando con el cocodrilo que sale del váter, la de las niñas poseídas que levitan sobre su cama, las del maltratador omnipresente, y un largo etcétera que serviría a los expertos para declararme loco.
Pero, les pregunto a esos expertos, ¿es vuestra vida tan satisfactoria como para no fantasear? ¿es tan hermosa, divertida y con un sentido pleno?. Me río de ellos.
No es locura, es hastío, aburrimiento, y ganas de vivir.
Es imaginación y cambio de una realidad monócroma.
Recurro, de forma constante, a la fantasía del niño facha, a la del salido, amante de los vegetales; y a la del camarero que deja fluidos en las bebidas.
Una siguiente fase, lleva al extremo todo este tipo de realidades alternativas y, fruto del nihilismo, aparezco en ellas recibiendo el castigo que debiera (no las escribo porque me desterrarían a Siberia).
Esto es el autoataque (eso que me inventé al principio), llevado a la máxima potencia.
Has dejado de tomar el mundo en serio y das el siguiente paso: dejas de tomarte en serio a tí mismo.
Esto no es perderse el respeto, esto es aceptar que somos sólo uno más.
A los que les parece esto algo de mal gusto, algo de una mente enferma e infantil, lo siento por vosotros, que seguís encerrados en la seriedad de un mundo, regido por un caos que no entiende de seriedad y cabezas cuadradas.
A los que se ríen con ellas, las comprenden e, incluso , llegan a crear las suyas (a parte de pensar que estoy chalado), felicidades, pues tomáis digno lo que es, y habéis aprendido a reír.
martes, 10 de octubre de 2017
El Derrame del tiempo IV: La entrada al mundo
Paradójico. Paradójico o absurdo, pero sólo cuando estoy quieto me doy cuenta de que el tiempo pasa... que en el lugar en el que estoy ya hubo alguien; y que el camino que me queda se hace, cada vez, más borroso a mis lentos ojos.
Con 10 años no piensas en el futuro, pues está lejano y la vista no te alcanza a divisarlo.
Con 16 ya lo tienes claro. Puedes tocarlo y sabes que tus decisiones te llevarán a la vida que proyectas en tu cabeza. Es curioso y un tanto cruel, pero en esos años estás convencido de que ese futuro, tan claro y definido en tu cabeza, será una realidad.
Ahora, en este instante en el que estoy quieto pero camino hacia los 22, me encuentro más perdido que nunca, habituado a pescar monstruos en mi propio mar,
Mis ilusiones, que a los 16 tenía grabadas a fuerza de felicidad, se han ido erosionando con la realidad, conformándome con sobrevivir día a día en un mundo que no es lo uno ni lo otro.
Volviendo atrás, en esa línea devastadora que es el tiempo, mi cuerpo estaba limpio, en bruto y sin tallar.
Mi mente, llena de básicos, ambicionaba comerse el mundo; y mis ilusiones, tan reales que podía olerlas, me llenaban de una energía inagotable, que a modo de combustible, permitía a mi corazón llevarme hasta los confines del mundo.
En algún momento de estos 6 años, entre los 16 y los 22, se me han abierto las puertas del mundo. Unas puertas firmes y bien engrasadas, que se cierran, para siempre, una vez las cruzas.
El corazón, con menos variaciones y virtuosismos, sigue latiendo, con lo que sientes tu cuerpo, más astillado, agrietado y oscuro; como manchado por las gotas del tiempo.
Las ilusiones, una vez rota la esfera que las contenía, se desbordan entre mis manos, y, por más que intento reternerlas, esas gotas caen en la tierra que las absorbe, dejando un rastro de lo que pudo haber sido y no fue, junto mis huellas.
En algún momento entré en el mundo. En algún momento entré en el mundo, y era cruel, y dolía el doble saber que no había retorno y que ante ti se expandía la realidad más completa: rabia, frustraciones, mediocridad... Pero también había sitio para la amistad, entendida más allá de la compañía.
También, en ese mundo en el que habitamos, había cierto reconocimiento inesperado, y sonrisas que provenían de la sinceridad.
Eso era la vida y eso será. Un torbellino gris y dorado de pasiones desbocadas y ríos de furia. Un lugar en el que la lengua se esparcía en conversaciones vacías y pseudointelectuales, pero que podía visitar a otras en infinitos bailes salivales, en los que encontrar una razón para callar tus oídos y abrir el tacto a lo sublime.
La vida está y estará regida por la aleatoriedad y la rutina; en constante apego y odio hacia tus sentimientos. La vida se empieza rigiendo por el orden, y acaba dominada por el caos del milagro, una vez vista la belleza.
La vida, inabarcable concepto para un término tan corto... tan afilado y tan suave. Tan bella y tan sórdida; difícil y fácil de formas dispares.
Sigo quieto, en medio de una vida, con dirección a ninguna parte, "like a rolling stone". Viendo a los demás avanzar por ella; lidiándo con el mar en el que están inmersos.
Movido por el tiempo, que me empuja con una fuerza que sólo la vida puede abarcar, intento lidiar en mi propia aventura. Luchando contra incontables seres. Saltando sobre el hastío, la vergüenza... siendo golpeado por la cobardía y la mediocridad, con un escudo de humor, amistad y sacrificio ; y con los restos del niño que fui en mi corazón como espada.
martes, 3 de octubre de 2017
Fragmento: El primer amor
Apoyada en una baranda, fría por la noche, reunió el valor para mirarle a la cara.
-¿Cuándo… cuándo fue? ¿Cuándo te enamoraste por primera vez?
Ángel la miró desconcertado, con la mejilla iluminada por reflejo del brillo que emitía el mar al estar centrado por el sol.
-La primera vez… La primera vez fue lejos de casa, como si el destino hubiera creado un lugar, lejos de aquí, en el el que todo era bueno y pudiese amar sin limitaciones.
La primera vez fue durante un viaje de fin de curso, y tú ni siquiera vivías aquí.
La primera vez fue durante un viaje de fin de curso, y tú ni siquiera vivías aquí.
Acudimos a clase, pues teníamos que acudir a un curso de inglés por la mañana, y allí fue donde la ví. No me llamó la atención desde un principio; mis ojos aún no estaban preparados para los suyos.
La primera vez fue extraño, como esos sentimientos que no reconoces hasta que pasan unos días...
Su voz era dulce, cómo si quisiera permanecer en mi memoria a base de hacerme sentir bien. La oía con los ojos cerrados, siendo incapaz de dibujar su silueta hasta que la ví moverse.
Gozaba de una libertad que las otras no tenían, una frescura que nunca había visto antes. Los láseres iluminaban de forma intermitente su cuerpo. Rojo, amarillo, naranja y mucho verde se proyectaba sobre sus curvas. Y ya entonces quise moverme junto a ella.
El azul procedía de sus ojos, los que ví al día siguiente, como prueba de un cielo azul que afuera estaba tapado de nubes que crearon los charcos que ella pisaba. Y ya entonces quise pisar, con todas mis fuerzas, el agua que ella salpicaba.
Algo sucedía dentro de mí. No sabía lo que era, porque nunca antes lo había sentido, y nadie te prepara para sentir eso.
La energía se me desbordaba por el cuerpo, mis nervios eran diodos intermitentes que compaginaban un extraño optimismo, con un miedo tan fuerte que parecía estar al borde de un abismo sin fondo, en el que sólo ella me podía salvar.
Algo sucedía dentro de mí. No sabía lo que era, porque nunca antes lo había sentido, y nadie te prepara para sentir eso.
La energía se me desbordaba por el cuerpo, mis nervios eran diodos intermitentes que compaginaban un extraño optimismo, con un miedo tan fuerte que parecía estar al borde de un abismo sin fondo, en el que sólo ella me podía salvar.
Supe que era la primera vez, porque nunca había querido proteger a alguien, una desconocida, de tal manera.
Nunca había querido hacer feliz a alguien, de la forma en la que ansiaba ver una sonrisa en esa boca que estaba tan cerca, pero, a la vez, tan lejos.
Nunca había querido hacer feliz a alguien, de la forma en la que ansiaba ver una sonrisa en esa boca que estaba tan cerca, pero, a la vez, tan lejos.
Era la primera vez, y eso me dio la inocencia, la valentía para acercarme al ser deseado.
Era la primera vez, y de ahí el dolor al conocer que el deseo no era mutuo, y que sus labios sólo tocarían los míos en los sueños más hermosos y dolorosos que un chaval podría tener.
Era la primera vez, y de ahí el dolor al conocer que el deseo no era mutuo, y que sus labios sólo tocarían los míos en los sueños más hermosos y dolorosos que un chaval podría tener.
Sí, esa fue la primera vez que me enamoré, y, a pesar del no, era incapaz de no pensar en ella en mis noches de insomnio.
Pensar en ella con un amor limpio, puro e inocente; pues aunque ella no estuviese a mi lado, en mi mente la dibujaba abrazada a mi cuerpo, sintiendo mi respiración y mi sangre calentar un cuerpo que era feliz junto a ella, sólo con imaginarla a mi lado.
Pensar en ella con un amor limpio, puro e inocente; pues aunque ella no estuviese a mi lado, en mi mente la dibujaba abrazada a mi cuerpo, sintiendo mi respiración y mi sangre calentar un cuerpo que era feliz junto a ella, sólo con imaginarla a mi lado.
Supe que era amor, pues pasado el tiempo su dibujo junto a mí no era bálsamo ante la angustia y la frustración de un chico en las horas en las que todos duermen.
Seffain se sentió en el bordillo, pasándo su cabeza bajo la baranda, con la mirada perdida en un mar que había sido alimentado con los recuerdos del chico al que amaba.
Se derrumbó, y entre sollozos sus palabras formularon la pregunta que se había hecho hace años.
Se derrumbó, y entre sollozos sus palabras formularon la pregunta que se había hecho hace años.
-¿Sentiste eso conmigo?
Ángel, que se había aguantado las lágrimas ante ella todo este tiempo, cerró con fuerza sus ojos, y el dolor le hizo agachar la cabeza hasta que ésta sintió el frío metal de la baranda.
-Contigo fue diferente. Contigo fue real.
Mis deseos se concedieron contigo, y ya no era un chico que necesitaba del recuerdo y la ilusión para sentirme bien; sino que tú fuiste quien me hizo feliz esas noches, y todos los días que estuviste a mi lado.
Mis deseos se concedieron contigo, y ya no era un chico que necesitaba del recuerdo y la ilusión para sentirme bien; sino que tú fuiste quien me hizo feliz esas noches, y todos los días que estuviste a mi lado.
No pudo aguantar más, sus lágrimas limpiaron de polvo la barandilla, dejando entre ver un acero brillante y el dolor de un amor roto.
Seffain quiso abrazarlo, consolarlo. Quiso amarlo con más fuerza que nunca, pero sólo atisbó a alargar su brazo para cariciar el cabello de un chico desquebrajado.
Seffain quiso abrazarlo, consolarlo. Quiso amarlo con más fuerza que nunca, pero sólo atisbó a alargar su brazo para cariciar el cabello de un chico desquebrajado.
Tras esto, no pudo evitar huir de ese lugar, dejando a Ángel sólo, con la única compañía del mar y sus recuerdos grabados en lo más hondo de su corazón.
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