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miércoles, 1 de noviembre de 2017

INSOMNIO


Hay un demonio que habita en mí, y cada vez que pienso en él tiemblo, menguando en una espiral de fatiga, rabia e impotencia.
Cada vez que intento conocerlo, entenderlo y, cómo no, matarlo o apaciguarlo, los nervios brotan de mí como las flores en mayo.


Estoy cansado, fatigado; si me apuráis, diría que mi corazón corre a un ritmo inusual, sin la calma que caracteriza el descanso; por lo que pido un poco de clemencia ante unos dedos atenazados por los nervios y la frustración.

Esta es la historia de un chico que ve con los ojos cerrados las más repugnantes pesadillas. Parece que el demonio que habita en él se ha despertado, queriendo ponerse manos a la obra en el instante en el que el resto descansa.
El castigo de no desconectar del mundo; de seguir vivo, consciente y, cada vez, más hastiado del amargo sabor del despertar.

Podéis llamar a este chico Ángel o "pequeño ser que  iluso que sigue soñando imposibles", pero sus ojos le aprietan, a la vez que se oscurecen sus párpados y su humor se disipa como el humo en el desierto.
No sé si estoy cansado por no dormir, o no duermo por estar cansado. Ni siquiera sé si escribo por no dormir o no duermo pensando en qué escribir.

Quiero gritar, pero aun mantengo respeto por los que estáis durmiendo.
¿Qué hora será? Quizá mi rabia ha dilatado el tiempo y aun no es tarde, o quizá sea peor y la hora de un falso despertar esté a punto de llegar.

Intento no pensar, pero pienso, luego existo, luego sufro, luego intento dormir, pero no puedo, luego escribo.
What I have done sweer Jesus, what i have done? ¿Qué he hecho señor? ¿Es algún castigo? ¿Alguna forma de redimirme?
No, sólo me pudro por dentro, y por fuera ya se empieza a notar el estropicio de las horas.

Médico delante mía. Bata blanca y dientes amarillos: ¿Has probado a cerrar los ojos?
Venga mujer, algo habrás aprendido en la carrera.

Pastilla en manos que dudan. Pastilla en el estómago y ojos cerrados.
Edificios que caen y ojos que se abren siete horas después. Piernas que se tambalean durante todo el día por el cansancio y una cabeza incapaz de pensar. Lágrimas de miedo que humedecen mejillas cansadas.


Media pastilla. Menos cansancio, misma sensación de ser un fracaso, un perdedor, un trapo que ya no limpia.

Nada en la mano, ojos cerrados. Se abren, y la vida es maravillosa.
¿Guerra, crisis, desamor, pobreza? Que le jodan al mundo; el chico ha dormido bien, sin necesidad de nada. La vida no le sonríe; es él el que le sonríe a ella y la enamora.

Rachas buenas vienen. El chico levanta hierro como si fuera pluma; el chico enamora a las chicas y escribe cuentos de amor.
Rachas malas vienen y, el chico, anda lento por la avenida, asumido en pensamientos autodestructivos.
El chico se pone una máscara que parece eliminar sus ojeras y su frustración. "Sólo es un día más, Ángel". "Al menos, no tienes que responder por nadie... bueno, por ti mismo".
Ya ni siquiera puedo responder como es debido de este cuerpo, que tiene las horas contadas.


El chico intenta ahogar su ira en papel, y sólo emborrona de tinta oscuros deseos.
El chico escucha música que crea en él una falsa nostalgia, pues nada ha vivido para tenerla.

"¿Es real todo este caos; la brecha inseparable ante el resto?".
No, millones de cabezas giran sobre sus almohadas, empeñadas en el intento de que Morfeo los abrace. Se pregunta por qué no resulta atractivo a ese ser mitológico, que sólo existe en su mente.

"Venga, Dios, auquí la has cagao, si no me duermo me cabreo y si me cabreo no me duermo. Es un ciclo que va a peor".
El chico aun no es capaz de comprender que preocuparse no soluciona problemas.


Tiene cinco años, y visita con frecuencia la cama de su madre dormida. Tiene doce años y visita pantallas luminosas. Tiene 18 y su mente camina por senderos turtuosos. Tiene 21 y sus pensamientos discurren de la normalidad al absurdo, en un intento de restar importancia al auto martirio que conlleva la actividad en horario nocturno.
"Guau, cómo pienso en esto ahora. Estoy siendo estoico. Tiene cojones; la vez que más cerca estoy de Séneca es aquí, con unos pensamientos bizarros, iluminados por una tenue luz amarilla que procede la solitaria calle".


El chico no piensa así, sino que usa palabras llanas, parcas y llenas de sentido: "puta mierda".
El chico despierta, un día más; evitando pensar en la herida.
Sige su camino de forma normal, con sonrisas y pensamientos acordes al momento que vive. Sin embargo, la herida es una herida y duele, y este suspira, y se sienta contemplando la vitalidad del resto, sin saber que ellos esconden lo mismo que él, las ganas de cumplir sueños.


El chico ha descansado, el sueño es paradójico. Al día siguiente no tiene que hacer nada, decir nada, ni siquiera acudir a sitio alguno, pero duerme. Aprovéchalo.
Huele su almohada y el olor del champú recalienta su cuerpo, descansado, acaricia la suavidad de la tela. Está sólo, pero en su cabeza sólo hay hueco para el más humano de los deseos: la compañía.
Si las épocas se nombran con el nombre de los emperadores, las noches se nombran con el de las chicas con las que su dolor hubiese sido menor.
"Si estuviera aquí, dormida o no, creo que la fatiga no acudiría a mí. Podría pasarme toda la noche escuchando su respiración y oliendo su pelo, y creo que así mi cabeza se llenaría de las más bellas imágenes, acercándome al paraíso, a eso que un día describieron como el lugar donde no hay dolor".

Pero chico, esto es la vida real, y enfrente tuya sólo hay una pared. "Puta mierda".

Eso es la vida real, el mundo de los despiertos, y sólo soñando y durmiendo, esta realidad se hace más llevadera, más clemente a los ojos de cualquiera.

El chico empieza a aprender, sabe que esto sólo se supera desde dentro, conciliando una tregua con el demonio que habita en él. Sabe que no puede ganarle en batalla, pero sí obviarlo, hacerle el más profundo de los vacíos. Olvidar una parte de sí mismo, la más dolorosa e inservible. Esa que hace que la vida te desgaste.
No se aprende por imitación. El chico escapa y ve como el que creía ser un hombre cae en los brazos de la debilidad.
"Eso no me sirve, esa no es la solución". El chico aun cree en la fuerza de voluntad y en la propia satisfacción de la moral.


Charla y bebe durante horas, camina hacia su casa con el frío como compañero. Las horas han pasado de forma intensa, y los recuerdos vividos se acumulan en el álbum de la vida.
Con dificultad se quita la armadura y cae rendido sobre la cama, Morfeo le espera como amante y le arrebata la conciencia.
Pero este no es fiel y cuando el joven despierta el ser del otro mundo ha desaparecido.

El cansancio se acumula, pero no la frustración, pues ha merecido la pena, pues ha sido feliz. No ha luchado contra sí mismo, sino que ha disfrutado de eso que llaman compañía. 

Sabe bien que el insomnio no puede acabar con él. Que debe seguir adelante como ha hecho con todos los obstáculos que ha encontrado por el camino. Sabe que sólo él puede hacer frente a los demonios que habitan en él. 
También conoce que el demonio volverá a intentar realizar sus tareas como tal, pero sabe que hay diferentes formas de actuar contra él; sólo debe saber cómo actuar.


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